lunes, 10 de agosto de 2015

CAPÍTULO DE TRANSICIÓN: EL PRÍNCIPE DE VALAQUIA




EL PRÍNCIPE DE VALAQUIA



1467 D.C

- Puede besar a la novia.
Le di un tierno beso en los labios y las campanas de la catedral sonaron con alevosía. Algunas personas murmuraron felicitaciones y aferré a la chica de la mano. Nos dirigimos hacia los invitados entre los que destacaban innumerables condes, duques y demás títulos nobiliarios y el sacerdote exclamó:
- ¡Vivan los príncipes de Valaquia!
- ¡VIVA!






Cuando llegamos al castillo Poenari, castillo que sería nuestro nuevo hogar, abracé con cariño a la chica.
- Por fin solos. - susurró.
- Te he echado muchísimo de menos Lucy, no sabes lo difícil que ha sido encontrarte. Este mundo no tiene confines.
Ella me dirigió una dulce mirada con sus enormes ojos castaños:
- Recuerda que aquí soy Ilona, mi príncipe. - dijo rodeándome el cuello con los bazos.
Aspiré el olor de su pelo, deseando grabarlo a fuego en mi memoria.
Por fin la había encontrado y ella había recordado quién era. Me había llevado muchísimo tiempo acercarme a la muchacha, y otro tanto el hacer que ella empezase a confiar de nuevo en mí. Después de todo, era conocido por el pueblo como un soberano aterrador.
Digamos que no había tenido demasiado talante con aquellos que me tenían en mala estima. Sí, sé que hice mal deshaciéndome de ellos, pero es que algunos realmente se lo merecían: querían sacrificar a miles de niños y entregárselos a los otomanos. Como su rey, me negué a entregar a aquellos inocentes simplemente porque viviésemos subyugados al control de ese otro maldito rey. Pero esa situación iba a cambiar. Pensaba librar a mi pueblo de aquellos malditos turcos.
- Vlad, ¿qué pasó?- me dijo de repente Ilona.
- ¿Quieres la versión corta o la larga?
Ella dudó. Se sentó sobre la cama y yo me senté junto a ella cogiéndole de las manos:
- Estuve tan concentrado en crear una ilusión para que Espectrum creyese que había acumulado el poder suficiente durante el eclipse, que me quedé exhausto al acto. Sin embargo, Lestat lo vio todo. Me contó cómo Espectrum controló a Kilian, Derek y Kevin para que os mordieran y murieseis casi en el acto. Abrió un portal para escapar porque al parecer, la magia que sostenía Alberna estaba tan ligada al conjuro que intentó realizar, que cuando fracasó, todo el reino retumbó desde los cimientos. Sin embargo, no le dio tiempo a utilizarlo porque Lestat le mató antes de que pudiese hacerlo.

Ilona abrió la boca sorprendida.

> Me contó que antes de que yo despertase, tres luces flotantes brillaron sobre cada una de vosotras, y se perdieron por el portal. Así fue como escapasteis y conseguisteis llegar a este mundo.

- ¿Y tu hermano Tommy?- Preguntó entristecida.
Aún le dolía recordar:
- Se escapó del castillo del rey William. No pude salvarlo.
La chica puso su mano en mi hombro para darme apoyo.
- No cruzó el portal. -dedujo Ilona.
- No. Prefirió quedarse conmigo - señalé mi pecho-. Gracias a él ahora la luz no me afecta.
- Fue un niño muy valiente, Cus.
Aún me sorprendía que alguien me siguiese llamando por mi antiguo nombre. Asentí y la abracé con cariño.



Al día siguiente, la luz de la mañana me despertó. Aún no me había terminado de acostumbrar a ello.
Ilona dormía profundamente a mi lado. Acaricié su frágil piel y le besé el hombro. Descubrí que tenía una pequeña mancha en la muñeca izquierda. Apenas era visible por el ojo humano, pero si me concentraba era capaz de distinguir una preciosa espiral violácea. Eso significaba que en esta época, tenía su don. ¿Qué habría pasado con sus amigas Sophie y Alby? Ilona parecía no recordar nada sobre ellas.
- Buenos días.- Susurró sonriendo.
- Buenos días mi bella Ilona.- le respondí. Me dio un beso y nos quedamos allí abrazados un rato más.


Al salir aquel día de la habitación, nos detuvo Wilfredo, el representante de la orden de los Sacerdotes, una de las más importantes e influyentes del momento:
- Vlad Dracul, necesito advertile de un gran infortunio.
Ilona frunció el ceño. 
- ¿Qué ocurre Wilfredo?- Le dije con prisas.
- Querría hablarle a solas, su majestad.
Ilona asintió y le di un beso antes de que marcharse.
- Hablad, pues.- Le apremié al sacerdote.
- Se trata de vuestra... esposa.
- ¿Qué ocurre con ella?- Le dije con una ceja alzada.
- Fuentes fiables me han confirmado que pertenece a un antiguo linaje de brujas. Podríais estar en peligro, príncipe Vlad. 
- Eso son nimiedades. - Le dije quitándole importancia al asunto.
- Es más que probable que os haya hechizado y obnubilado con sus poderes. Sería mejor encerrarla.
- ¡Callad! - le exigí- No volváis a mencionar este tema si no queréis ser descuartizado. Es una muchacha normal, así que apresad vuestra inventiva si no queréis represiones.
El sacerdote calló y le dirigí una mirada asesina. Nadie debía sospechar de ninguno de nosotros, o las cosas se pondrían muy pero que muy mal. 







1476 D.C


Pasó el tiempo de forma asombrosa. A los pocos meses, la gente empezó a decir que Ilona sacaba lo mejor de mí. En verdad era muy querida por el pueblo y me apoyaba en no ceder ante las amenazas de los turcos. Sin embargo, la orden de los Sacerdotes no parecía demasiado contenta. Se escondían para susurrar amenazas y sembrar el pánico. Querían hacerme daño, lo sabía de sobra, pero lo único que podía hacer en aquellos momentos era intentar adelantarme a sus pasos.
Una noche Ilona y yo fuimos a reunirnos con el consejo, que se celebraba a aquellas horas debido a su extrema urgencia. Este estaba compuesto por los Sacerdotes y algunos de los nobles más importantes de Valaquia. La sala del consejo era una habitación enorme de piedra gris con asientos dispuestos de forma circular, dejando un gran círculo vacío en el interior. Normalmente el que iba a hablar, se ponía en medio de ese espacio.
Cuando se hubieron sentado todos, Wilfredo, el supremo sacerdote se colocó en el centro de la sala:
- Majestad -se dirigió hacia mí-, como sabéis, nuestra función en esta corte se basa en proteger al pueblo y aconsejaros lo mejor posible para que el reino prospere. 
Asentí conforme desde mi asiento y alcé la mano para que prosiguiera con su discurso.
- Es mi deber y compromiso mantener la seguridad en este delicado equilibro. Por ese motivo, he de acusar a vuestra esposa Ilona de ejercer la hechicería y condenarla a muerte. 

El aire a mi alrededor se volvió gélido de repente y todos callaron. Ilona comenzó a temblar.
- ¡Os advertí que dejaseis ese tema!- dije con ira.
- Siento que no esté en vuestro poder el impedirme ejecutarla, majestad. Lo hago por el bien del reino. 
En ese momento, innumerables soldados de la orden aparecieron en la sala y comenzaron a avanzar hasta nosotros. Me levanté del trono y me coloqué delante de Ilona.
- Deteneos ahora mismo.- exigí los solados- ¡Esto es un sinsentido!- Me dirigí hacia los nobles, que estaban muy sorprendidos y no sabían cómo actuar.

Wilfredo alzó el tono de voz:
-¿Un sinsentido? No lo creo, majestad.- Se puso a nuestro lado y sacó un saquito de su túnica. Lo abrió y una enorme nube oscura de polvo negro nos recorrió a ambos. El polvo se adhirió a mi piel y ella misma lo absorbió en apenas unos instantes. Me quedé estupefacto.
Por el contrario, un halo violáceo recorrió a Ilona y por encima de ese halo, una capa negra de diminutas motas de polvo.
- No puede ser - dijo Wilfredo con la boca desencajada. Luego se recompuso y exclamó:
- ¡Es una bruja! ¿Lo veis? ¡Este polvo ataca solo a las brujas y ha utilizado la magia para repelerlo!
Los guardias se echaron sobre Ilona y le pusieron gruesas cadenas de un extraño metal que desprendía fulgores oscuros. A mí me pusieron también una gruesa cadena por el cuello.
- ¡No lo miréis a los ojos!- exclamó Wilfredo señalándome a mí. Estaba todo perdido. Nos habían descubierto simplemente con unos polvos negros. Pero, ¿cómo habían sido capaces de darse cuenta?
Miré a Ilona. Chillaba y se retorcía. Aquellas cadenas le estaban quemando la piel y comenzó a sangrar allí donde el metal se ponía en contacto con su piel.
- ¡NO!- grité intentando acumular todas las fuerzas posibles.
Nos sacaron a los dos de allí y nos llevaron a uno de los patios interiores. Estábamos solo los soldados de la orden, Wilfredo, Ilona y yo. Delante de mí había un enorme poste de madera y numerosos maderos a sus pies. Ataron a Ilona al poste y la aseguraron con más cadenas de aquel extraño metal. 
- ¡Vlad!- Lloraba. Era incapaz de utilizar la magia.
Rugí de furia y saqué los colmillos, pero no sirvió de nada, aquel metal también minaba mis fuerzas de manera descomunal.
Llegó un hombre con capucha sosteniendo una antorcha y le prendió fuego a los maderos. Éste comenzó a crecer y sus enormes fauces comenzaron a devorar a Ilona. Ella chillaba de dolor y exclamaba mi nombre.
- ¡ILONA!- Aullé su nombre.
En aquel instante, Wilfredo se puso a mi lado sin mirarme directamente a los ojos y me susurró:
- Le necesitamos vivo, príncipe Vlad, así que mantendremos su pequeño secreto a salvo. 

Jamás volvería a ser Vlad Dracul. Ahora se haría llamar por sus enemigos como Drácula. Pero aquello ya no importaba demasiado. Nada importaba. Lloré desconsoladamente cuando apenas pude distinguir las llamas de mi amada y aparté la mirada. 
Había vuelto a perderla otra vez. 




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