viernes, 21 de agosto de 2015

CAPÍTULO DE TRANSICIÓN: QUEEN ANNE'S REVENGE



QUEEN ANNE'S REVENGE 


1716 D.C


El agua de la palangana se tiñó de oscuro. Edward se miró al espejo muy serio. El pelo y la barba antes de un rubio oscuro se encontraban ahora teñidos del más puro negro. Era un hombre nuevo. 
- ¡Edward Teach, es su última oportunidad!- le llamó alguien desde fuera de la habitación.
Edward recogió sus pertenencias lo mas rápido que pudo (incluido su tricornio) y saltó por la ventana. En Bristol ya no le quedaba nada por lo que luchar.
Ahora la mar sería su eterna aliada.




Un año después:

Aquel barco mercante francés por fin era ya suyo. Gracias a unos cuantos hombres más, había conseguido derrotar a esos malditos franceses. Ahora podrían surcar los mares en su propio navío:
- ¡Capitán! - Lo llamó uno de sus subordinados-. Hemos encontrado algo...interesante.
Edward se apresuró para descubrirlo. Bajó por unas escaleras hasta uno de los camarotes que supuso eran los principales, pues su tamaño era considerable y tenía demás adornos de madera pulidos en su superficie. Abrió la puerta y encontró a una joven amordazada por dos de sus hombres. Le miraba con furia y de pronto el barco se tambaleó.
- Uo, uo, quieta parada.- Le advirtió. No sabía cómo había hecho eso, pero estaba seguro de que ella había provocado aquel tambaleo. Edward, con un movimiento de cabeza hizo que sus hombres se fuesen de allí dejándolos a ellos dos solos.
- ¿Por qué no has abandonado este barco?- le preguntó.
La joven intentó hablar, pero una gruesa venda en la boca se lo impedía:
- Oh, claro. Qué modales los míos.- y le retiró la tela de la boca.
- Este barco es de mi padre. No pienso rendirme tan fácilmente, sucio pirata.
Edward no pudo evitar reírse:
- ¿Sucio pirata? ¿Sabes quién soy yo?
- ¿Acaso importa? Eres un pirata más.
Aquella joven parecía no tener pelos en la lengua. Era atrevida. Le gustaba.
- Para vuestra información, soy el pirata más temido del momento. Me conocen como Barbanegra.
La joven se puso pálida por un momento, pero volvió a recomponerse instantes después:
- Os exijo que me soltéis y abandonéis vos y vuestra tripulación este barco si no queréis sufrir las consecuencias.- Amenazó.
- No estáis en condiciones de exigir, señorita.
Edward le dio la espalda, e instantes después, una tromba de agua congelada le estampó contra una de las paredes. Se volvió para mirarla otra vez. Ella le miraba fijamente con expresión de odio en su rostro. Una idea comenzó a formársele en su cabeza.
- No puedo dejaros marchar.
- ¿Por qué?- dijo ella confundida.
- Por dos simples razones. La primera es que si os dejo partir, mis enemigos sabrán que os dejé escapar con vida y eso me conferirá apariencia bondadosa, apariencia que vos y yo sabemos que no tengo - hizo una pausa para mirarla intensamente-. Y la segunda es que si partís, os quemarán por bruja. Bienvenida a la vida de los prófugos.





Meses después, aquella muchacha que apareció en aquel camarote resultó ser una excelente espadachín.Su figura era gruesa y abultada, como si se tratase de una dama francesa de la corte. Pero aquella joven no tenía nada de refinamiento, lo cual Edward encontraba nuevo y exótico.
- Han pasado meses desde que nos conocimos. Vengo a deciros que os habéis ganado la libertad.
Ella lo miró a los ojos intentando descifrar sus pensamientos. Después de un momento dijo:
- Utilizo mi libertad para quedarme.
- ¿Cómo?
- Que me quedo contigo, barbitas.- le dijo ella con sorna.
Él sonrió ampliamente y de pronto innumerables recuerdos de una vida pasada le asaltaron sin piedad. Cayó de rodillas sobre la cubierta y sus hombres le miraron desconcertados. La muchacha corrió a ayudarle.
- Tú...- consiguió decir Edward antes de caer en un profundo pozo de negrura.

Cuando despertó, unos reflejos cobrizos le envolvieron cálidamente:
- Alby...-dijo en un susurro.
 - ¿Por qué me llamas así?- la muchacha parecía incómoda. Estaba sentada a su lado, en su camarote.
- Porque por fin te recuerdo.- dijo sonriendo ampliamente. Quería abrazarla y besarla.
Ella parecía confusa. ¿Es que acaso no se acordaba de él?
- Yo...- dijo retorciéndose las manos-. Yo no me llamo Alby, Edward. Mi nombre es Anne.
- Da igual tu nombre, para mí siempre serás mi reina.- La atrajo hacia él con fuerza y la besó apasionadamente. Ella pareció algo reacia al principio, pero luego se fundió en aquel beso voraz y le rodeó el cuello con los brazos. El barco de pronto dio un golpe brusco y Anne exclamó:
- ¡Perdona!
- Ni se te ocurra disculparte -dijo seriamente-. Gracias a tu don con el agua, mis hombres piensan que el barco está embrujado y que solo me obedece a mí. Gracias a ti, inspiro terror y os mantengo a salvo a todos.
- En el fondo eres un buen hombre, Edward.- Dijo ella acariciándole la barba.
- Mi verdadero nombre es...-
- Kilian.- Recordó ella de pronto.
Edward soltó una carcajada y la abrazó con más fuerza aún.


Sin embargo, aquella alegría no iba a durar mucho. Un día, un enorme barco de la armada francesa les interceptó y empezaron una sangrienta batalla llena de cañonazos y asaltos. Anne corría a coger uno de los sables que guardaba debajo de la almohada cuando Carter, el misionero que viajaba a bordo con ellos para extender la palabra del Señor, la sujetó de la muñeca con fuerza y la atrajo a él.
- ¿Carter?- dijo ella extrañada.
- Shh - le dijo él tapándole a boca-. No querrás que se enteren los demás que estamos los dos aquí solos.
Ella lo miró sin comprender qué estaba pasando exactamente. De pronto notó un agudo dolor en el viente y otro más en el pecho. Luego sintió que algo caliente empezaba a derramarse allí donde había sentido aquellas punzadas.
- Acabo de librar al mundo de un gran mal, Señor.- exclamó Carter alzando la vista.
Entonces Anne cayó al suelo en un jadeo.


Horas después, tras una cruenta batalla contra la armada francesa, Edward bajó hasta el camarote de su amada Anne. Había hecho bien en no aparecer ya que había perdido a innumerables hombres y no quería perderla a ella también ahora que acababa de encontrarla. Entró al camarote con una de sus mejores sonrisas e instantes después, está se disipó dejando entrar el más asombroso disgusto.
- ¡¡ANNE!! - Chilló dejando caer la espada al suelo. Se tiró de rodillas hacia donde yacía la muchacha y la acunó en sus brazos. Un enorme reguero de sangre había cubierto todo su torso y se encontraba pálida como la cera.
- No...- lloró desconsoladamente.


Días después, desesperado ante la reciente pérdida de su amada, decidió bautizar su barco como : "Queen Anne's Revenge", la Venganza de la reina Anne. Porque ella fue su reina y porque pensaba vengar su muerte costase lo que costase. No tardó en descubrir que fue aquel rastrero misionero. Hizo que lo colgasen del mástil más prominente del barco y luego le fue arrancando la piel a tiras. Carter agonizó lo que nunca antes podría haber sufrido una persona y Edward se sintió orgulloso.
Continuó con su reinado del terror hasta que en 1718, Barabanegra y el teniente Robert Maynard se enfrentaron a un mortal duelo, y este último le disparó en el corazón a traición.
Así, el recuerdo del joven Edward Teach, o también conocido como Barbanegra, se disipó en las oscuras aguas inglesas así como el de la joven Anne. Y ambos recuerdos murieron juntos.




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