No sé cómo Derek y Kevin podían estar tan tranquilos. Desde
que amaneció, yo estaba simplemente de los nervios. No digamos ya cuando
llegamos a la muralla. Estaba segura de que nos descubrirían y sería por mi
culpa. Para empezar, me sudaban las manos, tanto que Derek tuvo que coger las
riendas de los caballos que tiraban de nuestra carreta. Además, según nos
acercábamos a la muralla, yo empezaba a temblar de emoción mientras Kevin y
Derek hablaban tranquilamente.
Después de una media hora eterna, llegamos a la muralla
fronteriza. Había poca gente haciendo cola para salir, pero estuvimos mucho
tiempo esperando. Los guardias registraban cada carreta y a cada persona exhaustivamente.