viernes, 31 de julio de 2015

17. Lucy - El baile

- Y solo quedan cinco días para que se produzca el eclipse solar -dijo el rey William.
- ¡Y encima tiene la decendia de celebrar su cumpleaños! Esto es increíble. -el hermano de Sophie estaba encolerizado con las ultimas noticias- ¿Cómo va a celebrar un baile después de esto? Tenemos cinco días...
- Ahora son cuatro -puntualizó Kevin.
- ¡Pues peor me lo pones! Tenemos cuatro días para pararle los pies al Rey Nim. ¡Pero él va a celebrar un baile! Claro. Lógico.
- Bueno, quizás sea nuestra ultima oportunidad para disfrutar de algo así -contestó Killian, manteniendo el optimismo.
- Pienso que en cierta forma puede ser bueno para nosotros. -siguió Syracus- Últimamente hemos estado expuestos a mucho estrés, quizás esta pueda ser la forma de relajarnos.


Subimos a las habitaciones a prepararnos. El rey nos había dicho que unas costureras nos cogerían las medidas y nos confeccionarían vestidos de seda liviana en un santiamén, así que en cuanto me hube dado un buen baño, llegué a mi "habitación" y una señora de anchas caderas y voluptuosos brazos me dijo que me desnudase completamente y me tomó medidas con una ancha cinta de tela.
- Qué marca tan rara tienes en el brazo, hija mía.- Me dijo cuando me cogió del brazo.
- Sí, un mancha de nacimiento.- mentí
- ¿Qué te parece si te hago un vestido con tonos azulados? Creo que resaltarán sobre tu piel.
Y sin darme tiempo a responder, se fue tarareando una cancioncilla. Me quedé algo desconcertada, pero volví a vestirme y me tumbé sobre la mullida cama. Desde que Sophie, su hermano y su amigo habían cruzado la muralla casi un año y poco atrás, nos habían sucedido muchas cosas, y era asombroso que siguiésemos vivas para poder contarlo. Habíamos perdido a dos de los nuestros por el camino, pero también habíamos ganado a tres personas maravillosas. Ahora nos encaminábamos a la que sería nuestra más peligrosa batalla, y no estaba segura de que aquello fuese a acabar bien, pero si no lo hacíamos nosotros, ¿quién lo haría entonces? No teníamos más remedio que plantarle cara al rey Nim y pararle los pies. Y debíamos hacerlo antes del eclipse o estaríamos perdidas.
De pronto llamaron a la habitación y la costurera de antes entró con algo azul sobre sus brazos seguida de otra mujer espigada y con semblante dulce.
- Aquí tienes tu vestido muchachita. Esta es Sally, te ayudará a prepararte. Que disfrute de la noche señorita.
El vestido me quedaba a la perfección, era largo y con vaporosas capas que mantenían la misma gama cromática, con mangas ceñidas y acabados plateados. Era ceñido por la parte de arriba, y en la cintura se ensanchaba hasta llegar al suelo. Sally me ayudó a abrocharlo y luego me rizó el pelo en suaves ondas acabándolo con una corona de flores. Me pellizcó las mejillas y me puso un cacao rojo sobre los labios.
- Ya está, señorita.
- Muchísimas gracias Sally.
La mujer hizo una pequeña reverencia y salió de la habitación. Decidí salir yo también y me encontré con Alby, que iba con un vestido rojo carmesí, con anchas mangas y bordados de color oro. Llevaba su collar de turquesas característico y el pelo lo llevaba recogido en un gran moño rodeado de pequeñas perlas. Llevaba incluso tacones.
- No digas ni una sola palabra.-Me advirtó.
Reí y juntas nos dirigimos a las escaleras donde ya nos esperaba Sophie. Ella iba con vestido rosa sin mangas y con un corsé de un rosa más oscuro. El vestido se derramaba sobre el suelo en pequeños cristales que describían múltiples destellos al incidirles la luz. El pelo lo llevaba suelto sobre los hombros y llevaba una pequeña trenza con un lazo rosa.
- Wow chicas, ¡estáis estupendas!- nos dijo Sophie.
- Sí, bueno.- Masculló Alby.
- Gracias Soph, tú vas genial también.- Le dije sonriendo.


Bajamos las tres por las escaleras y llegamos al salón principal, donde se celebraría el baile. Solo estaban los criados corriendo de un lado para otro y Syracus.
- Buenas noches, señoritas -hizo una reverencia y me dedicó una sonrisa. Se la devolví y Alby preguntó dónde estaban los chicos.
Cuando llegaron, y con ellos, los demás invitados, la sala se llenó de gente y la música comenzó a sonar. Montones de criados se paseaban entre los invitados con copas de un ponche de color cereza. Nos ofrecieron unas cuantas a todos. Cuando lo probé, noté cómo todos mis sentidos se endulzaban y una paz interior se instaló en mi interior:
- Bfff, tened cuidado no os paséis con el ponche.- Advertí retirando la copa.
Después de un rato, Alby había acumulado a su lado innumerables copas, al igual que Cus, que después de un rato dijo:
- Desisto- le miré con cara interrogante-. Soy incapaz de emborracharme. No puedo.
Entonces Sophie, con un tono picarón, nos dijo en voz alta:
- ¿Bailamos?
Los chicos habían bebido también, y todos lucían enormes sonrisas. Nos dirigimos a la pista de baile, colocándonos las chicas a la derecha y los chicos a la izquierda. Os explico, aquellos bailes estaban diseñados para socializarse, por lo que cada cierto tiempo se cambiaba de pareja. Bailé con muchos invitados con innumerables títulos nobiliarios. La música empezó a marcar un ritmo de baile más formal y un joven de pelo ondulado y oscuro me dedicó una sonrisa felina .Chocamos las palmas de las manos mientras nos movíamos al son de la música. Estaba helado.
- Me llamo Lestat de Lioncourt, encantado. ¿Con quién tengo el placer de bailar?
- Lucy Waterfield.- Vuelta, pie derecho, vuelta, giro completo.
- Tenía entendido que en la corte del rey William había muchachas preciosas. Veo que me informaron de maravilla.
Hice una mueca deseando cambiar ya de pareja. Me agarró de la cintura acercándome peligrosamente a él y le miré a los ojos. Por un momento me pareció que un destello anaranjado los recorrió velozmente. Me aparté de él bruscamente cuando se tenía que cambiar de pareja y le seguí con la mirada. Vi que saludaba cortesmente a Sophie. Maldición. Cus se puso delante de mí haciendo una reverencia. Se la devolví y comenzamos a bailar.
- ¿Qué sucede?- me preguntó acercándose a mí. Olía a jabón.
- Nada.- Le dije dedicándole una sonrisa. No iba a acusar a ese chico si no estaba completamente segura.
Él se giró mientras yo hacía lo mismo. Luego volvimos a darnos la vuelta y cruzamos las manos.
- Estás preciosa con ese vestido.
- Gracias. Tú vas muy guapo también- le dije sonrojándome.
Soltó una carcajada y me dio la mano para dar una vuelta alrededor de él. En ese momento vi a Lestat susurrarle algo a Sophie al oído. Ella reía.
- Lucy, ¿me estás escuchando?- Cus tenía el ceño fruncido.
- Perdona, estaba distraída. ¿Qué decías?
- Que voy a ir a ver a Tommy  para hacerle compañía un rato.
- Ah, perfecto. Te acompaño.
Él asintió y salimos de la pista de baile. Sophie y Lestat también salieron de la pista. El joven la sostenía de la cintura y se la llevaba hacia una de las salidas de la habitación. Me mordí el labio inferior y busqué con la mirada a Kevin. ¿Dónde rayos estaba? Syracus se dirigía hacia Kilian, que estaba discutiendo con Alby. Espera. ¿Discutiendo?
- ¡Mi vida es una mierda Kilian! ¡No tienes derecho a entrar en ella!- Le estaba gritando.
- Alby, has bebido demasiado ponche, salgamos fuera a que te dé el aire.
- ¡No quiero que te enamores de mí! ¿Por qué lo has hecho? ¿No ves que no te merezco?- Y se puso a llorar desconsoladamente.
La gente empezó a mirar disimuladamente a mi amiga y Kilian le pasó el brazo por los hombros, pero ella se lo apartó bruscamente.
- ¡Déjame! ¡Olvídame! Será lo mejor para los dos.
Syracus se acercó a ella prudentemente y cogiéndola de los hombros, la dirigió hacia la salida y los cuatro nos encaminamos hasta otra de las habitaciones que permanecía en penumbra.
- Alby cielo, ¿qué te ocurre?- Le pregunté con calma.
- Lucy, no podía parar de pensar en que mi padre ya me había prometido. En que jamás podré ser feliz. Que jamás podré estar con Kilian, ni él conmigo. No puedo hacerle esto.- Me dijo llorando.
Kilian, que estaba a su lado, lo escuchó todo y se le ensombreció el rostro. Se dio la vuelta y contempló la oscuridad por uno de los ventanales.
- Pero Alby, no es tu culpa...- le dije abrazándola.
- ¡Sí! - hipó- ¡Sí que es mi culpa porque le he dado esperanzas cuando no las hay! Soy una estúpida. - Dijo con los dientes apretados.
En ese momento Kilian se acercó a mi amiga y se arrodilló junto a ella.
- Alby, no sabía nada, pero quiero que sepas que eso no va a cambiar lo que siento por ti.¿Que mañana desaparezco y me convierto en polvo? ¡Vale! ¡Ya te he amado con locura! ¿Que el mundo se acaba mañana?  ¡Vale! ¡Te he amado cada instante! ¿Que te obligan a casarte? ¡Vale! Te amaré siempre. Nada, repito, nada va a hacerme cambiar lo que siento y sentiré por ti.
Alby se quedó anonadada y volvió a romper a llorar sobre el hombro de Kilian. En ese momento sentí que aquella habitación era solo para dos personas, así que Cus y yo salimos de allí rápidamente.


De pronto me asaltó el terror.
- ¡Sophie!
Syracus me miró extrañado:
- Estará bailando con Kevin, antes les vi bailando una canción lenta. Canción que ni tú ni yo hemos bailado por cierto, lo cual veo del todo injusto porque-
- Cus, ¡tengo que avisarla de inmediato!- dije con los ojos abiertos como platos. ¿Y si él era...? Salí corriendo por los pasillos sin darle tiempo a preguntar y corrí y corrí hasta llegar a un balcón enorme lleno de flores y enredaderas. Hacía viento y una brisa gélida se coló por el pasillo. Allí estaban Sophie y Lestat, muy cerca la una del otro. El chico le estaba susurrando cosas al oído mientras mi amiga permanecía callada, como en un trance. Se acercó a su cuello y le retiró el cabello negro con cuidado. Le besó el cuello con delicadeza, y de pronto asomaron dos pequeños colmillos de su boca. Alzó la cabeza y entonces grité:
- ¡NO!
Él se giró hacia mí y sonrió:
- Vaya, vaya, la preciosidad de antes. Lucy, ¿verdad?
Sus ojos comenzaron a emitir destellos naranjas y su mirada me atrapó. Fue como si mi conciencia cayese en picado y ya no fuese dueña de mis actos.
- Has venido justo en el momento adecuado. Quiero que sepas que ante todo soy un caballero, así que te desangraré y no derramaré gota alguna. ¿Por qué no te acercas?
Y dicho esto, mis pies avanzaron hacia él. No podía pararlos, ni hablar siquiera. Me sentía totalmente atrapada en su mirada.
- Bien, bien. Creo que empezaré contigo. Sophie querida, quédate ahí esperando mientras tanto, no tardaré demasiado. - Mi cuerpo se quedó de espaldas a él contemplando la oscura habitación.
Me apartó el pelo del cuello de la misma manera en la que lo había hecho momentos antes con Sophie y me acarició el brazo para pasar después al cuello. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando le afloraron de nuevo los colmillos. Me sujetó del hombro izquierdo y del vientre y clavó sus afilados colmillos en mi cuello. Noté cómo perforaban mi piel en un silencioso susurro y de repente todo se volvió negro.



                                                    Ψ




En cuanto Lucy salió corriendo sin previo aviso, Syracus no supo si seguirla o no. ¿De qué diantres debía avisar a Sophie? Se dio la vuelta apesadumbrado y dio unos cuantos pasos hacia la habitación de su hermano. Después de todo, habían quedado en verse. Pero algo le olía mal, algo no marchaba bien, algo dentro de él se lo decía. Maldijo por lo bajo y corrió en busca de Lucy. Si hubiese ido con Kilian, hubiesen seguido su olor y seguro que ya la habrían encontrado, pero él no contaba con esa habilidad. Cerró los ojos y dejó que sus propios pasos lo guiasen hasta ella. Llegó hasta una habitación con algún que otro mueble y allí al fondo, en un gran balcón, vio a Sophie que permanecía de pie con la cabeza gacha y la mirada perdida. Y lo peor de todo fue ver que un joven de pelo enmarañado estaba ¿besando el cuello a Lucy? Se quedó con la boca abierta. La chica estaba inconsciente en sus brazos, y él la sostenía como si fuese una muñeca de trapo. Al momento vio que al chico empezaron a aparecerle venas azules bajo los ojos y entonces comprendió lo que estaba pasando. Era como él. Una furia inhumana explotó en su interior y gritó:
- ¡¿QUÉ SE SUPONE QUE ESTÁS HACIENDO?!- Se dirigió hacia el balcón como un rayo.
En ese momento, Sophie pareció despertar del trance y pestañeó asustada.
- Eh amigo, no sabía que era tu presa.
- ¿MI PRESA?- El chico le tendió el cuerpo inconsciente de Lucy y él la cogió en brazos con cuidado. Dos gotas de sangre resbalaron por su cuello. Estaba muy pálida y tenía los labios violáceos. De no ser porque la estaba sosteniendo, no hubiese dudado un instante en arrancarle la cabeza al tipo ese.
- Claro, amigo. Perdona si te he molestado. No te preocupes, yo me quedaré con la otra y todo      arreglado. Entiéndelo, tendrás que compartir. Yo también tengo hambre.
- Serás cabrón- Le respondió Cus con los puños apretados de rabia. Aquel chico le miraba con una mezcla de curiosidad y diversión, como si no llegase a comprender del todo lo que estaba ocurriendo.
- Y... ¿por dónde íbamos tú y yo?- Le preguntó a Sophie.
Ella, asustada dijo:
- Aléjate de mí.
Syracus salió de aquella habitación a paso ligero, seguido de Sophie. En el camino, se abrió una de las puertas y por ella apareció Kevin:
-  ¡Sophie! ¡Cus! Menos mal que estáis bi...-se detuvo al ver lo que llevaba Cus en brazos- Oh, mierda, ¿qué ha pasado?
- Ese bastardo ha intentado merendarse a Lucy. Y a Sophie también, por cierto.
- ¿Qué de qué? Soph, ¿estás bien? Estás pálida. Y Syracus, anda más despacio, por Dios, esto no es una carrera.
Syracus le fulminó con la mirada ya que no comprendía la gravedad de la situación. ¿Es que no sabía que si no hubiese llegado a tiempo, podrían haber muerto las dos en apenas unos instantes?
Kevin se paró en seco ante aquella mirada cargada de ira y Sophie con él. La pobre estaba todavía intentando asimilar lo que acababa de pasar y se chocó con Kevin.
Syracus corrió más deprisa entonces y en cuanto llegó a la habitación de la chica, abrió la puerta dándole una patada y la tumbó sobre la cama. Las velas seguían encendidas, pero apenas iluminaban su pálido rostro. Le tomó la muñeca y se dio cuenta de que el pulso estaba muy débil. Según había estado leyendo, los colmillos poseían una especie de veneno que paralizaba a la víctima y la dejaba sin fuerzas rápidamente. En el mejor de los casos, Lucy lograría eliminar el veneno ella sola, pero siempre cabía la posibilidad  de que no volviese a despertar nunca más. Syracus se reprendió por no haberla seguido en el momento en el que echó a correr. Las cosas no iban a quedarse así. Le dio un beso en la frente y salió corriendo de la habitación. En apenas unos segundos llegó al balcón.
- Estabas tardando en volver.- Le dijo el chico, que se había desabrochado el chaleco y estaba apoyado en la barandilla.
- ¿Quién eres y qué haces aquí?
- Me llamo Lestat de Lioncourt -se dio la vuelta-.Tranquilo, no soy tu enemigo. Había venido aquí por unos... asuntos. ¿Y tú?
- Me llamo Syracus.
Lestat abrió mucho los ojos:
- ¿Syracus? ¿Syracus Redendorf? ¡He oído hablar mucho de ti! El polluelo que escapó por segunda vez de una de las familias más peligrosas de todo Alberna... Uno de los míos.
- No soy de los tuyos- Dijo enfurecido-. No voy seduciendo a chicas inocentes para después alimentarme de ellas cual bestia.
- Algo me dice que conocías a esas chicas, ¿no es cierto?
Syracus agachó la mirada apretando los dientes.
- Oh, ya entiendo lo que está pasando. Esa chica del vestido azul. ¡La quieres!
- No es de tu incumbencia. Ahora quiero que te esfumes o me aseguraré de calcinarte.
Lestat soltó una carcajada:
- No podrías aunque quisieras - Syracus parecía confundido-. No me afecta la luz del día, amigo, así que no tendrías ninguna posibilidad contra mí.
- Eso no puede ser...
- Me caes bien, Syracus, me gustan tus inútiles principios, así que si alguna vez necesitas mi ayuda, ven a buscarme a esta dirección - le tendió una tarjeta perfumada con unas señas-. Así olvidamos este... malentendido.
- No podré olvidar el hecho de que casi la matas.- Le dijo todavía enfadado.
- Bueno, tampoco es para tanto, mañana ya se habrá recuperado -se dio la vuelta-. Por cierto, ¿cómo has conseguido calmar la sed?
-  A veces olvidamos que no somos dioses y que necesitamos la ayuda de los demás para seguir siendo personas. E-Ella es mi ancla.
- Qué enternecedor. Yo una vez amé a alguien prohibido, hace muchísimos años. Hazme caso, y déjala antes de que sea demasiado tarde.
-  No pienso hacerlo, ya he tomado mi decisión.
- Créeme cuando te digo que te sentirás terriblemente miserable cuando la veas envejecer y no puedas hacer nada para pararlo; o cuando la veas morir ante tus ojos por alguna enfermedad a la que tú por supuesto eres inmune. Syracus, no podrás protegerla siempre, y en el momento en que algo falle, te culparás eternamente.- agachó la cabeza y suspiró.
- Entiendo cómo podré llegar a sentirme. Pero me sentiría terriblemente miserable si la dejase marchar sin darnos siquiera la oportunidad de intentarlo.
Él asintió con una media sonrisa:
- Me gustas Syracus. Ojalá te salga todo bien. Nos vemos compañero.- y dicho esto, saltó por el balcón y se perdió en la oscuridad.


Syracus volvió a la habitación aún un poco confundido por todo lo que acababa de decirle Lestat.

Cerró la puerta y se apoyó sobre ella sujetándose la cabeza con ambas manos. La garganta comenzó a escocerle levemente, pero no se preocupó por ello, había estado practicando y ya sabía controlarse.
La luz de la luna entraba silenciosa por uno de los ventanales y Syracus contempló el inexpresivo semblante de Lucy. Se sentó en una silla junto a ella y le rozó la mejilla con la mano. Desde el momento en el que tuvieron que quedarse encerrados en la biblioteca, supo que iban a llevarse de maravilla. Él siempre había sido muy tímido a la hora de relacionarse con chicas, y muy reservado, pero lo disimulaba bastante bien al parecer. Cuando empezó a hablar más con Lucy, se fueron haciendo cada vez más y más amigos, y fue abriéndose a ella como nunca antes lo había hecho con nadie. Se dio cuenta de lo que sentía realmente por ella el día en el que Tatiana los asaltó por las calles del reino de Nim.
Suspiró perdido en sus pensamientos y la aferró de ambas manos, como si así le pudiese transferir toda la energía necesaria y pudiese recuperarla al fin. Soltó una lágrima desconsolada y se durmió junto a ella.



                                                  Ψ



Tenía los músculos entumecidos, y la cabeza me daba vueltas. Abrí los ojos apesadumbradamente y respiré hondo. Alguien dormitaba a mi lado, una cabellera castaña oscura algo enmarañada que difícilmente pasaba desapercibida a mis ojos.
- ¿Cus?- Pregunté en un susurro.
Se despertó de golpe y se dio un buen golpe contra el poste de la cama.
- ¡Auch! -dijo riéndose. Luego se inclinó hacia mí- Hey, ¿cómo te encuentras?
- Podría estar mejor. No tengo apenas fuerzas.- Resoplé.
- Te traeré algo para recuperarlas. Sigo siendo curandero, ¿recuerdas?- y me dio un beso en la frente antes de salir.
Retiré las mantas de la cama y con muchísima fuerza de voluntad conseguí sentarme. Me dolía la cabeza y me sentía exhausta. Pero lo peor de todo era que notaba que algo no marchaba bien dentro de mí. Era de día, así que alcé la mano para traer hacia mí un peine que estaba apoyado en el arcón. No ocurrió nada.
- ¿Qué me pasa?
Desentumecí los dedos y me concentré en levantarlo con todas mis fuerzas. Nada. El corazón me dio un vuelco.
De pronto la puerta se abrió y apareció Syracus con una taza humeante. La dejó en la mesilla y se sentó en la cama, a mi lado.
- ¿Qué ocurre?
Le miré preocupada.
- M-mi magia. No funciona. - Agaché la cabeza.
Me atrajo hacía él y me abrazó con cariño:
- Tranquila, estarás demasiado cansada.
- Me-me siento vacía por dentro, Cus.
- No digas eso Lu, tienes a tus padres, a los chicos, a tus amigas... y me tienes a mí. Jamás estarás vacía.

Qué tierno era conmigo. Escondí el rostro en su pecho mientras él me seguía abrazando. ¿Y si no podía volver a hacer magia? Aquello se había convertido en una parte fundamental de mi vida, y perderlo así de golpe resultaba muy duro.
- Creo que solo necesitas un incentivo para que vuelva a fluir dentro de ti. Leí algo sobre eso en aquellos tres alegres meses que pasé encerrado en las mazmorras.
Alcé la cabeza para mirarle a los ojos. Su color me dejó anonadada.
- ¡Cus! ¡Tus ojos!- Le dije asombrada.
- ¿Qué? ¿Qué les pasa?- Dijo tocándose la cara.
- ¡Son azules!
- Ah, qué susto me has dado -resopló-. Sí, hace unos días que mi control es completo, así que vuelven a la normalidad, como han sido siempre.
Intenté hacer memoria, pero al vislumbrar su imagen antes de ser transformado, todo me resultaba borroso.
- No consigo verte definidamente antes de- un pensamiento me asaltó de pronto-. ¡Claro! Fue  por la Llama. Tuve que cederle uno de los recuerdos más importantes que albergase.
- ¿Y el color de mis ojos era un recuerdo importante?
- Bueno, me impactaron bastante cuando te vi por primera vez.- le dije ruborizándome.
Él soltó una carcajada y se levantó de la cama.
- En fin señorita Waterfield, no demoremos esto más, tenemos un baile pendiente.- se tocó el pelo nervioso.
- ¿Cómo? ¿Ahora?
Él asintió. Puse un pie sobre la suave alfombra de la habitación. A continuación puse el otro y me impulsé con los brazos para levantarme de la cama. Me tuve en pie apenas unos segundos antes de que las rodillas comenzasen a temblar violentamente y cediesen al cansancio. Cus me sostuvo rápidamente y me volví a sentar sobre la cama.
- Quizá sea mejor esperar a que mi brebaje te haga efecto.- comentó alzando una ceja.
Me bebí todo el contenido de la taza.
- Mm... Sabe igual que esa que me diste una vez.
Sonrió ampliamente y me levanté con más ánimos. Le di la mano, puso su mano en mi cintura y comenzamos a bailar despacio, muy despacio. Aquel baile improvisado fue derivando en lentos pasos hacia delante y hacia detrás hasta que al final nos detuvimos completamente. Me miró intensamente y después me pasó un mechón de pelo por la oreja. Su mano acarició suavemente mi cuello. Las yemas de sus dedos estaban frías, y se me puso la piel de gallina. Sentí un escalofrío y algo dentro de mí explotó.
Una luz morada intensa me recorrió y tan pronto como vino, se esfumó. Cus estaba perplejo.
Entonces sin previo aviso, todas las cosas de la habitación -incluído Cus-, comenzaron a flotar en el aire.
- Lucy, ¿te he dicho ya que tengo vértigo?
- P-pero no estoy haciendo nada.- Dije con las manos levantadas. Mierda. Las bajé y todo cayó al suelo.
- ¿Ves? Sabía que lo conseguirías. Esa es mi chica.- Dijo aplaudiendo.







Por la tarde ya me había recuperado completamente. Descubrí que la mordedura de los vampiros te dejaba sin nada de energía, y sin energía, no hay magia. Así de simple. Al contrario que la de los lobos, esta no era mortal, lo cual era todo un alivio. Al finalizar aquella tarde, nos reunimos todos en el salón comedor con el rey William.
- Todavía no he conseguido abrir el portal que os transportará directamente al reino de mi hermano. Es muy complejo burlar las defensas que tiene porque todas proceden de una magia mucho más oscura que todo esto. No me cabe la menor duda de que alguien le está ayudando. Y ese alguien es muy peligroso, así que andaos con ojo. A este paso, siento mucho comunicaros que no estará listo hasta el amanecer del quinto día.
- ¿Qué?- dijo Sophie alarmada.
- No es que nos lo esté poniendo fácil. - dijo Kilian malhumorado.
- Así tendréis tiempo para reposar y pensar en la que se os viene encima.
- Pero señor, ¿no puede transportarnos antes de ese día? Así no corremos el riesgo de que utilice el eclipse en nuestra contra.- sugirió Kevin.
- ¿Es que no me has escuchado muchacho? Un paso en falso a la hora de sortear sus defensas, y estáis todos muertos. No pienso arriesgarme más. Voy a hacer las cosas bien.
Alby me miró preocupada y el rey William salió de la habitación dando un sonoro portazo.










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