sábado, 6 de junio de 2015

14. Lucy - Las lechugas

Alby y yo corrimos tras Sophie por aquellos pasillos apenas iluminados hasta que llegamos al patio trasero. Las puertas estaban un poco desvencijadas y abiertas de par en par. Cruzamos el umbral y entonces pude divisar que los chicos, Kevin y Derek, estaban en el centro del patio, casi al lado de la fuente, bajo la blanca luz de la luna. Ambos tenían el semblante enfurecido y los ojos ambarinos. Las garras estaban extendidas y sus dientes se habían afilado enormemente, confiriéndoles una apariencia diabólica.
- ¡Por favor, entrad ya!- Les imploró Sophie.
- ¡No te metas, hermanita!- Le respondió Derek gruñendo. Cada vez les quedaba menos para transformarse completamente. 
- Derek, nada de esto es necesario...- Le dijo Kevin.
- Oh por supuesto que sí. ¡¿Cómo te atreves a besar a mi hermana?!- Le gritó a Kevin.
- ¡Porque la quiero!- Respondió Kevin.
Eso fue el mazazo definitivo. Derek abrió mucho los ojos, sorprendido. Luego agachó la cabeza respirando entrecortadamente. Volvió a levantarla, y de improviso se echó encima de su amigo con las garras apuntando directamente a su corazón.
- ¡¡NO!!- Chilló Sophie. Salió despedida hacia ellos y de pronto, una barrera de agua se interpuso en su camino.
- ¡Sophie, lo empeorarás si te acercas!- Le advirtió. Corrí hacia ella para alejarla de allí y entonces Alby alzó las manos y acto seguido las bajó rápida como el rayo y apuntó en dirección a los chicos. De sus manos emergió un torrente de agua que empapó a los chicos y consiguió separarlos justo a tiempo. Sophie estaba muy disgustada, lo veía en sus ojos. Dentro de ella se debatía el amor que sentía hacia su hermano y el amor que sentía por Kevin. 
Justo en aquellos instantes aparecieron Kilian y Syracus al final del pasillo. En cuanto Kilian salió al exterior y fue bañado por la luz de la luna, su cuerpo empezó a estremecerse. Alby fue hacia él y le empujó dentro del Palacete:
- Es mejor que no salgas, podrías...- le reprendió.
- Sí, tienes razón, perdona. Tened cuidado con Cus.- Le dijo cogiendo de los hombros a Alby.
Alby volvió a girarse hacia nosotras. Cus había avanzado hasta ponerse a nuestra altura. Sus ojos naranjas brillaban entre tanta oscuridad, y la luna acentuaba mucho más su palidez, pero para mí era aún más hermoso que antes.
Los chicos siguieron peleándose como bestias descontroladas. En aquel preciso instante, Syracus hizo acopio de todas sus fuerzas y gritó:
- ¡BASTA!
Los chicos abrieron mucho los ojos y pararon de inmediato, como si se les hubiera dado una orden. 
- Entrad ya o lo lamentaréis.- Añadió Syracus. Sus pupilas estaban tan dilatadas que apenas se podía distinguir el blanco de sus ojos.
Derek, absorto, se levantó del suelo y avanzó hacia el interior, donde empujó a Kilian. En cuanto entró, volvió a recuperar su forma humana completamente y se desplomó contra el suelo. Estaba llorando. Sophie fue hacia él y le abrazó:
- Derek, no entiendo nada de lo que acaba de pasar...- Le dijo a su hermano.
- ¿Es que no lo entiendes, Sophie? Yo también le-le quiero...- Le susurró al oído.
Sophie se quedó paralizada de pronto. El corazón le dio un vuelco y notó que el aire apenas le llegaba a los pulmones. ¿Qué acababa de decir?
- Pero...- consiguió decir ella.
- Está claro que no lo comprendes.- Dijo Derek. Se levantó furioso y se fue de allí corriendo.
Acto seguido entraron Alby y Kevin, quedando solos Syracus y yo en el exterior. Kevin fue a abrazar a Sophie, pidiéndole perdón por montar aquella escena. Ella aún seguía en shock. 
- Soph, ¿qué ocurre?- Le preguntó preocupada Alby.
- Nada.- Respondió ella rápidamente.
Entonces una rama chascó. Kilian alzó el mentón olfateando el aire y exclamó:
- Tatiana... ¡Venid aquí de inmediato!
- ¿Tatiana? -pregunté yo extrañada-. ¡Oh no!
Me acerqué a Cus para advertirle, pero de pronto él se sujetó la cabeza con las manos y cayó de rodillas al césped emitiendo un grito desgarrador.
- ¡Cus! -corrí hacia él-, ¿qué te pasa?
Tardó unos segundos en responder:
- Lucy, vete -imploró-. No creo que pueda controlarme mucho más.
Respiré hondo y le toqué el hombro con cariño. No pensaba volver a dejarle solo.
- Syr...- empecé a decir.
- ¡Vete!- me aulló empujándome hacia un lado. Volvió a emitir un grito de dolor y pude verle los pequeños colmillos asomando. Me levanté de inmediato y me dirigí al interior.
Entonces de las sombras de los árboles emergió la figura de una mujer de piel oscura con vestido rojo que ondeaba al viento. Tatiana. Su forma de caminar tan sensual y confiada era imposible de confundir.
- Vaya, vaya, pero mira quién tenemos aquí- Dijo tocándose un mechón de pelo-. Syracus, cielo, bienvenido al bando de la oscuridad.
Aquella frase fue como si me clavaran un puñal en el pecho, pero era completamente cierto. Él ahora era un ser de la noche. Tatiana centró su mirada en nosotros y nos fue recorriendo de uno en uno:
- La chica del fuego, ¿hum? Siempre me he preguntado cómo se quemaría a una bruja cuyo elemento es el fuego... Algún día lo comprobaremos, no te preocupes. Me encargaré personalmente de ello.- Le dijo sonriendo ampliamente. 
- Vaya, otra bruja. Tú eres de agua. ¡Oh! Pero si no eres completa todavía... Me lo estáis poniendo muy muy fácil, chicos. A ver qué más tenemos por aquí... ¡Oh sí! Kilian y otro chucho. Cariño, pensé que no volvería a verte - posó su mirada en Kevin-. Y este otro chico... hum, carne fresca. ¿Te han domesticado ya?
La pupila de sus ojos naranjas se expandió tanto que sus ojos quedaron casi negros mientras miraba fijamente a Kevin. Éste se estremeció y rehuyó su penetrante mirada.
- Vaya, veo que sí... ¿quién te ha-?- dijo ella confundida.
- He sido yo.- le respondió Cus desde el suelo. Aún seguía sujetándose la cabeza con las manos.
- ¿Pero cómo has-?- Le contestó ella perpleja. 
Syracus alzó la mirada:
- Al parecer no soy tan inútil como os pensáis.
Ella frunció el ceño y acabó:
- Y la última aquí presente es la que tantos problemas nos ha causado. La bruja del Pensamiento, ¿no es así? Lucy, querida, Román ya le ha puesto precio a tu cabeza, y creo sinceramente que sería un honor ser yo la que se la entregase.
- Siento no poder complacerte.- Le respondí.
- Oh eso ya lo veremos, tenemos tiempo, aunque tu querido Syracus tendrá toda una eternidad.- Dijo riéndose.
¿A qué se estaba refiriendo? Mi cara debió decirlo todo, porque añadió:
- ¿No se lo has contado, Syracus? - él me miró apenado-. ¡Vaya! Pues verás, él ahora es inmortal, no podrá morir por vejez, y cada segundo que pasa, tú sí que envejeces. Por esta razón, su sitio no está a tu lado, sino al nuestro, con los suyos.
- ¿Y de verdad crees que después de la forma en la que le habéis tratado, querrá volver? Estás loca.
- La sed que tu le provocas sí que le volverá loco. Está impreso en su naturaleza el acabar con criaturas como tú.

- Encontraremos la forma, siempre lo hacemos.- Susurró Cus entrecortadamente mientras se levantaba del suelo. Aún temblaba.
- Cielo, habrás estado rodeado de Dotados apenas unos instantes y mira lo que te ha pasado por no desangrarlos a todos.- Respondió Tatiana enseñando los colmillos.
En aquel momento, Syracus se dio la vuelta y empezó a avanzar hacia nosotros pero Tatiana lo detuvo exclamando:
- Syracus Redendorf, te ofrezco la posibilidad de volver con los tuyos y olvidar este pequeño percance. Te ofrezco la posibilidad de no volver a sufrir jamás y de vivir una vida plena llena de lujos y placeres. ¿Por qué contentarse con una simple criatura mortal cuando podrías tener a cien de tu especie? No tendrías que huir ni esconderte. No te volverías a sentir amenazado. 

Syracus permaneció de pie, a medio camino entre la puerta y Tatiana. 
- ¿Y qué pasa si me quedo?
- Serás un traidor y sufrirás las consecuencias de tus actos. Además, experimentarás el dolor más terrible jamás imaginado: la sed. Te irá destruyendo poco a poco por dentro, pero jamás podrás morir. Será una condena eterna, como la condena de Zeus a Prometeo.

Él dudó unos instantes, sopesando todo lo que acababa de contarle. Deseaba con todas mis fuerzas que se quedase a nuestro lado, que no nos abandonase. No podría soportarlo una vez más. 
Miré a Cus con el corazón el vilo, implorándole que no se fuera. Él me miró a los ojos fijamente y de pronto una oleada de calor empezó a extenderse por todo mi cuerpo. Esa sensación fue extraña pero maravillosa a la vez. Para que lo entendáis, fue como si de repente me sintiera la persona más feliz del mundo, me sentía esperanzada, dichosa, y sobre todo, amada. Fue increíble. Todo eso lo pude sentir con que me dirigiese una simple mirada. 
De pronto me asaltó la duda: ¿Y si me había hecho sentir todo eso y ahora se marchaba? ¿Era aquello una especie de recuerdo con el que me quedaría tras su partida? 
Volvió a mirar a Tatiana y dijo:
- Creo que ya he decidido.
- Compañero, piénsatelo muy bien, tu hermano...- comenzó a decir Kilian.
- Su hermano es otro maldito Dotado.- Dijo con asco Tatiana.
- No vuelvas a hablar así de Tommy.- Le dijo Cus con un tono de amenaza.
- ¿Y bien? No quiero que se nos haga de día.
Syracus alzó la cabeza y dijo: 
- Puedes decirle a mi padre de mi parte que estaría más cómodo pudriéndome en el infierno que a su lado, así que no, gracias. No pienso regresar. ¡Ah! Y si pensabas que íbamos a darte unas pastitas por venir hasta aquí, estás muy equivocada. Te vas con las manos vacías.
Tatiana se quedó en blanco, procesando todo lo que acababa de decirle. Esos instantes fueron los que aprovechó Syracus para correr al interior de la casa y resguardarse a nuestro lado. Las puertas seguían abiertas de par en par. Apenas un segundo después, Tatiana nos miró enloquecida y se dirigió hacia nosotros, pero le fue imposible hacernos daño, era como si una barrera invisible le impidiese entrar. Entonces ella clavó su mirada en Kilian:
- Kilian, por favor, déjame entrar. 
Él parecía estar en trance, como si no pudiese pensar por sí mismo. ¿A eso se refería Tatiana antes? ¿Estaba domesticado por ella?
Él pareció balbucear algo.
- No, Kilian, mírame. No la dejes entrar.- Le dijo Syracus con un tono de voz muy autoritario. Kilian miró entonces a Syracus como un cachorro perdido y asintió.
- ¿Cómo es posible? ¡Kilian es mío!- Se quejó Tatiana.
- "Era" -puntualizó-. Al parecer yo le caigo mejor.- Respondió Cus sonriendo.

De pronto se escuchó un pequeño siseo a nuestras espaldas. ZAS. Una flecha apareció clavada en el corazón de Tatiana. Ella se miró sorprendida y todos nos giramos para ver a Derek, el hermano de Sophie, con un arco en la mano. El sol comenzó a salir a lo lejos y Tatiana lo contempló espantada. Mi espiral comenzó a escocer, lo que significaba que podía volver a hacer magia. Haciendo un pequeño giro de muñeca, hice que tropezase y cayese en la fuente estrepitosamente. Tatiana se golpeó la cabeza contra la fría piedra y gritó en cuanto un rayo de luz tocó su pierna izquierda. Gritó aún más cuando toda la luz la bañó completamente, quemando todas sus facciones como si de madera se tratase. Aquellos gritos histéricos que profirió mientras se desprendía humo de sus heridas fueron terribles, horripilantes.Tuve que apartar la mirada.
Al final solo quedaron cenizas. 
Justo en ese instante el corazón me dio un vuelco. ¡Syracus! Le busqué desesperadamente con la mirada, pero no le encontré.
- Sophie, ¿dónde está Syracus?
Ella miró a su alrededor y una sombra de pánico nos nubló los ojos. Derek tampoco estaba. Empujé a los demás para cruzar el pasillo seguida de Sophie.
- ¿Dónde pueden haber ido?- Le pregunté.







Syracus estaba arrinconado en una de las esquinas de su habitación, totalmente a oscuras. La luz le había empezado a quemar los desnudos brazos y tuvo que correr hacia su habitación. No había funcionado.
Sintió que alguien se acercaba por el pasillo.
- Lucy...- consiguió articular. No estaba seguro de querer estar junto a ella. Le provocaba intensos dolores de cabeza, garganta y pecho, pero por otra parte, deseaba poder volver a reírse con ella y pasar tiempo a su lado como antes.
- Creo que ahora mismo está ocupada.- Respondió otra voz completamente distinta.
Syracus abrió los ojos y alzó la cabeza. Se trataba de Derek, el hermano mayor de Sophie. Se encontraba a escasos metros de él, con un arco tensado entre sus manos. Le miró atentamente. Apenas había luz, pero ambos veían perfectamente en la oscuridad.
- Derek, ¿qué haces?- le dijo titubeando.
- ¿Qué pasó durante la pelea? Nos dijiste que parásemos y no pude evitar obedecerte.
- Baja el arco y podremos hablar tranquilamente.- Le dijo Syracus. Las pupilas de sus ojos empezaron a dilatarse, lo notaba.
- ¡NO! -dijo cerrando los ojos y avanzando hacia la izquierda- ¡Estás volviendo a hacerlo! ¡Lo de los ojos!
- No-no estoy seguro de cómo...

Syracus estaba a perdiendo el control de la situación. Debía reaccionar de inmediato o al final le dispararía, y una flecha en la cabeza significaba su destrucción. ¿Qué le ocurría a Derek? 
- Baja el arco y hablemos como personas normales. Te lo ruego.
- ¿Personas? ¡Por favor mira en lo que te has convertido! ¡Y ahora pretendes controlarnos a todos y convertirnos en tus esclavos! Debo matarte para ahorrarnos problemas, igual que he hecho con la otra.
- No voy a controlaros, no-no sé de lo que estás hablando.- Se le quebró la voz.
De pronto Derek bajó el arco y tiró rabiosamente de la cortina que había a su izquierda, dejando entrar la luz en la habitación. Syracus aulló de dolor tapándose los ojos y su pálida piel empezó a quemarse y a desprender humo.






Syracus gritó. Corrimos hacia la fuente de aquel grito y llegamos hasta su habitación. Cuando entramos, el corazón me dio un vuelco. Syracus se encontraba agazapado en una de las esquinas, con todo el sol bañándole el cuerpo. Estaba quemándose. Y justo delante de él, erguido sobre el suelo se encontraba Derek con un arco en la mano. Observaba la escena sin hacer nada. 
Alcé la mano y utilizando la magia, volví a correr las cortinas. La oscuridad bañó la estancia y Cus lanzó un pequeño gemido.Temblaba como un flan. 
- ¿¡Pero a ti qué narices te pasa!?- Le exigió Sophie a su hermano.
-  Va a controlarnos a todos...- dijo él con los ojos desorbitados.
- ¡Syracus me salvó la vida!
- Quizá no debió hacerlo.
Sophie abrió mucho los ojos y cerró la boca, con lágrimas en los ojos. 
Me dirigí hacia el hermano de Sophie y ágilmente, le quité el arco. Él me miró enloquecido y avanzó hacia mí. Extendió los brazos y desplegó las garras. ¿Podían los hombres lobo transformarse también por el día? 
- ¡Derek!- Sophie se interpuso y él le lanzó una tarascada en el brazo. Empezó a brotar sangre y mi amiga se tuvo que apoyar contra la pared. Derek siguió avanzando hacia mí. Estaba tan asustada que era incapaz de hacer magia. Mi espalda chocó contra la pared. Estaba arrinconada. Sus fuertes manos me agarraron del cuello y empezaron a apretar. En cuanto me tocó, fui incapaz de utilizar mis poderes, fue como si se hubieran desvanecido. Me ahogaba. Sus ojos estaban infectados en ira y su expresión sobrepasaba los límites de la locura. 
- Ssso...- intenté decir. Pero mi amiga apenas era capaz de oírme. Le lanzó algunas llamaradas, pero Derek no pareció inmutarse. Le pegué patadas, le arañé... nada. La vista comenzó a nublárseme.
De pronto el aire volvió a inundar mis pulmones y caí de rodillas al suelo.
Syracus le había lanzado contra la pared dejándolo inconsciente. Se arrodilló junto a mí cogiéndome de la mano. Estaba helado.
- ¿Estás bien?
Asentí. Tenía los brazos enrojecidos y con llagas. 
- Sophie está sangrando, yo...- me dijo en un vago susurro. Los colmillos volvieron a asomar y tragó saliva profundamente. 
- Vete, ya me encargo yo.- le dije.
Se fue de allí corriendo y gateé hasta Sophie. Me arranqué una tira del vestido y la até en torno a su corte.
- Lucy, mira.- Me dijo señalando a su hermano. De su boca y oídos empezó a escurrirse una sustancia negruzca que fue acumulándose a su lado y adquiriendo una forma fantasmal. Caminó hacia nosotras con la boca abierta, dejando entrever un pozo de negrura y chillidos aterradores.
Sophie se estremeció y le lanzó una bola de fuego. El espíritu de disolvió y Derek abrió los ojos.


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Los días pasaron y el verano iba tocando a su fin. No volví a ver a Syracus desde aquel suceso. Se encerró en las mazmorras, donde no había ventanas, y solo dejaba que le visitase su mejor amigo Kilian. Aquello me entristeció profundamente.
Disfrutaba viendo cómo todo volvía a la normalidad: Derek había sido poseído por aquel espíritu que nunca supimos de dónde vino ni dónde fue; Kilian y Alby estaban más felices que nunca; Sophie y Kevin parecía que encajaban perfectamente y se pasaban el día metidos en la biblioteca. Me invitaron unas cuantas veces, pero siempre los rechazaba porque al final era yo la única que acababa leyendo (ya me entendéis). El único que me hacía más soportables los días era Tommy. Estaba tan apenado como yo porque no podía ver a la única familia que le quedaba. Por las mañanas jugábamos y por las tardes nos dedicábamos a pasear por los bosques. La verdad es que cada día le iba cogiendo más cariño a aquel niño. 
Un día Killian me paró:
- Lucy, tenemos que hablar.
- ¿Qué ocurre?
- Es Syracus.
Le miré con cara extrañada:
- Me matará si se entera de que te estoy contando esto, pero dios, tendría que habértelo contado mucho antes.
- Kilian, ¿qué es?
- Verás, desde que despertó, ha estado bebiendo sangre de animal, pero eso no es suficiente para sobrevivir -abrí mucho los ojos-. Lucy, Cus está realmente mal. Sé que no pueden morir, pero cada día que pasa está más cadavérico y no sé qué hacer. No quiere escuchar ninguna de mis ideas, no quiere ni beber de mi sangre.
- Pues entonces habrá que engañarle.

Fuimos a la cocina, y cogimos una de las vejigas llenas de sangre de animal. La vacié un poco y me hice un corte en el brazo. La sangre comenzó a brotar y se derramó sobre la vejiga. Seguro que un poco de mi sangre hacía que Cus recuperase las fuerzas de nuevo. Al fin y al cabo, yo era Dotada y era a mí a quien debía matar.
- Ten, llévale esto.




                                                               Ψ




Repetimos esa operación durante algunas semanas hasta que al final Kilian me dijo que Syracus parecía haberse recuperado del todo, pero aún seguía sin salir de las mazmorras. Habían pasado ya dos largos meses.
Después de cenar, me encargué yo de fregar los cacharros.
- Lucy, ¿estás segura de que no quieres que te acompañe?- Me dijo Alby.
- No tonta, estoy bien. Ve con Kilian, anda.- Le dije sonriendo. Me encantaba ver a mis amigas felices, pero contemplarlas así me hacía sentir un tanto miserable. Los chicos solo se transformaban en contra de su voluntad por las noches y gracias al Palacete, el influjo de la luna ya no les afectaba, pero la sed de Syracus sería permanente. 
Una lágrima recorrió mi mejilla. ¿Por qué había tenido que enamorarme? No daba más que problemas en mi caso. 
- ¿Y esa tristeza?- Dijo una voz a mis espaldas. Se me resbaló un plato y se estrelló contra el suelo rompiéndose en mil pedazos. Empecé a temblar.
- Las lechugas... esta temporada no han sido nada buenas.- Respondí. 
Me giré aún con las manos empapadas y vi a Syracus apoyado en el marco de la puerta. Era igual o incluso me atrevería a decir que era un poco más alto que Kilian. Se había puesto una camisa de lino blanco y unos pantalones negros de los que colgaban unos tirantes también negros. El cabello oscuro lo llevaba peinado, aunque algún pelo se le rebelaba. Lo tenía húmedo. Las manos las tenía metidas en los bolsillos del pantalón y parecía haberse recuperado totalmente. Iba tan elegante como siempre. Lo único diferente eran sus ojos naranjas y las pequeñas sombras marrones que cubrían sus ojos. Por lo demás, parecía igual que el primer día que lo conocí. 
Él me escrutó también con la mirada. 
- Lo siento.- Dijo.
- ¿Por qué?
- Por las lechugas -dijo con una media sonrisa-. Y por haberte apartado tan repentinamente.
- Es comprensible, necesitabas tiempo para recuperarte y...
- Sí, lo sé, pero aun así fue estúpido. Perdóname.
Sin que me diese cuenta, habíamos acabado el uno en frente del otro. Agaché la mirada.
- Eh, ¿qué sucede?
- Es algo que me he preguntado desde que despertaste. Si-si ahora tienes las mismas habilidades que tu padre, ¿cómo sabré si todo esto es real? ¿Cómo sabré que no me estás incitando a obedecerte?
Syracus me miró con sus ojos naranjas, un color que ya me era totalmente familiar, y me sujetó del mentón con cariño. Se agachó un poco y me beso en los labios con ternura.
- ¿Te ha parecido esto real?- Me preguntó.
Le aparté ligeramente:
- ¿Quién te ha dado permiso para hacer eso, eh?- Le dije con los brazos en jarras. Cus me miró desorientado y se tocó el pelo con la mano, como siempre que estaba nervioso.
- Pues, yo...ehm...
Reí y le cogí de la camisa para acercarle hacia mí y besarle. Había esperado mucho tiempo para que llegase ese momento. Me sentí infinita. 














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