sábado, 9 de mayo de 2015

13. Lucy - La Llama

Se escuchó un grito histérico. Saphira, la hija de la curandera Ina estaba a mi lado gritando. Una sensación de vértigo me inundó el pecho. Ahogué un chillido. Nos precipitábamos al vacío. Estábamos cayendo. El suelo cada vez se encontraba más cerca.
Hice de tripas corazón y cerrando los ojos deseé con todas mis fuerzas que no nos estampásemos contra el suelo. Me imaginé que una película morada nos envolvía cual viento suave y nos suspendía en el aire.

De pronto el tiempo se detuvo. Bueno, el tiempo no fue, sino nuestra caída. Abrí los ojos y descubrí asustada que nuestras narices quedaban a apenas 3 cm del suelo. Menos mal. Suspiré.
- Dios mío, casi me da un ataque al corazón.- Susurró Saphira.
Entonces oímos pequeños gemidos que venían de arriba. Alzamos la cabeza y acto seguido apareció Román, el padre-conde-vampiro-malvado de Syracus, con las venas del cuello hinchadísimas y una expresión de cólera inhumana. Los pequeños y afiladísimos colmillos le asomaban de la entreabierta boca mientras gruñía. Habíamos conseguido escapar con su hijo, y eso no creo que le hiciera mucha gracia.
- ¡Vamos Saphira!
Nos levantamos del suelo temblando y, sujetando del tobillo a Cus (que todavía flotaba en el aire), salimos corriendo de allí.

Los caballos esperaban en una de las esquinas, así que en cuanto llegamos a su lado, subí a Cus a uno de ellos. La nariz comenzó a sangrarme por el esfuerzo tan grande que estaba haciendo al mantenerle en el aire durante tanto tiempo. Cuando le hube subido al caballo, rompí el hechizo que le levitaba y el dolor se retiró suavemente. Los hechizos requerían de mucha energía y en ocasiones me hacían sufrir espantosos dolores cuando los prolongaba en exceso. Estaba agotadísima.
Monté al caballo que llevaba a Cus en sus lomos y, colocándome las faldas,  lo espoleé con brío para que comenzase a trotar por aquellas calles grises y tristes.
Los caballos galoparon sin freno. El viento me golpeaba violentamente la cara y las ropas a medida que salíamos del centro de la ciudad. Se escuchó un trueno y todo el cielo oscureció en apenas unos segundos. Seguía siendo de día, el tatuaje aún me escocía, pero no garantizaba que los vampiros no pudieran perseguirnos una vez cubierto el cielo.
- ¡Ya estamos llegando!- Me dijo Saphira de pronto. Su pelo oscuro ondeaba al viento. Parecía realmente inquieta.
Agaché la cabeza y contemplé a Syracus, tendido sobre el caballo con expresión dormida, desazonada e inerte.
Conforme nos íbamos acercando a la casa de las curanderas, me percaté de que Ina nos estaba esperando, con expresión tranquila y los brazos relajados a ambos lados de las caderas. Aquella mujer irradiaba elegancia:
- El carro ya está preparado. Debéis partir de inmediato. Los vampiros habrán salido a buscaros ya, y en cuanto os encuentren, será demasiado tarde para ambos.- Dijo serenamente.
- Lucy, sube a la buhardilla y encuentra lo que andabas buscando. Es la hora.
Miré a Syracus antes de marcharme. Le di un beso en la frente helada y me adentré en la casa una vez más. 

Cuando subí a la buhardilla, me encontré en un espacio reducido lleno de muebles viejos. Al fondo se podía vislumbrar un gran cofre que relucía y sobresalía sobre todos los demás trastos. Me dirigí a él y lo abrí con manos temblorosas y la respiración agitada. ¿Cuál sería el precio que habría de pagar? Saphira no lo había especificado, y eso me aterraba.
Cuando abrí la tapa, justo allí, en el fondo, lo encontré: un frasquito con líquido azul en el interior. Era la Llama desde luego. Parecía desprender humo. Intenté cogerlo, pero parecía no estar allí,como si fuese simplemente un espejismo. Mi mano lo traspasaba cada vez que intentaba cogerlo. Espera, para cogerlo seguro que había que pagar el precio ese, ¿no? Cerré los ojos y me concentré en coger aquel frasco. Él mismo, sin palabras, me dijo que si realmente lo quería, debía cederle un recuerdo. Uno de los recuerdos más valiosos que poseyera. En aquel momento no sabía realmente que el recuerdo que me quitaría era uno de los más preciosos que guardaba, pero accedí a dárselo y de pronto mis dedos pudieron tocar algo sólido. Me aferré a eso y de pronto empezó a envolverme un denso humo azulado. Pequeñas partículas brillantes flotaron en el aire describiendo una danza muda a mi alrededor, seguramente borrando aquel recuerdo. Una vez se hubo disipado toda la magia, me sentí muy cansada, aún más, los párpados amenazaban con cerrarse y las piernas apenas me respondían, no hacían más que temblarme. 
Guardé el frasco en el corsé y salí de allí para dirigirme al carro que nos llevaría de vuelta al reino de William, de vuelta al Palacete. De vuelta con los nuestros. De vuelta.
Debíamos darnos prisa o no podría hacernos invisibles para burlar a la guardia y entonces sería mejor darnos por muertos. 
- Muchísimas gracias por todo lo que habéis hecho- Le dije a Saphira cogiéndola de las manos-. ¿Estáis seguras de que no queréis venir con nosotros?
- Cielo, yo fui la institutriz de Syracus, la que le enseñó todo lo que sabe de medicina. Llevo mucho tiempo haciendo aquí mi trabajo y nadie me moverá de mi casa, ni siquiera un niño malcriado que juega a ser rey. No, hay fuerzas mucho más poderosas de lo que puedas siquiera imaginar y mi sitio está aquí, junto a mi hija. Si volvéis a necesitarnos, aquí estaremos. Hasta entonces, buena suerte y que Dios vele por vosotros, criaturas.
Subimos al carro a Syracus, y posteriormente, subí al asiento del caballo. Alcé las riendas y salimos disparados de allí justo cuando empezó a llover.



 Ψ



Llegamos al Palacete pasada la medianoche. Conseguimos pasar la muralla por lo pelos, y a partir de ahí, volamos hasta el Palacete. Tuve suerte al no perderme por aquellos parajes.
Le pedí perdón al caballo porque sabía que lo había forzado demasiado durante aquella jornada.
Aparqué el carro justo en la puerta y llamé siete veces a la puerta. Apareció Tommy asustado:
- ¡Lucy! ¡Habéis vuelto! ¿Habéis conseguido la Llama? ¿Dónde está mi hermano?- Me dijo con su vocecilla. 
- Sí, la conseguimos. Pues verás... tu hermano... Ehm...
- ¿Syracus?- Le llamó bajo la lluvia. Decidí ser sincera con él. 
- Tommy, ¿qué sabes realmente de tus padres?
El niño se puso serio y se tapo la boca con las manos:
- ¿Syracus es-es ahora como ellos?- Dijo con lágrimas en los ojos. La perspicacia de aquel niño me sorprendía cada vez más.
Asentí con los ojos llorosos y le abracé.
- Jamás podrá volver a jugar conmigo.- Lloró el niño.
Le abracé con fuerza:
- No, cielo, encontraremos una solución.- Me encontraba fatal, sentía que de un momento a otro, desfallecería. 
- Pero le aterraré... Soy luz.
Entonces aquella idea volvió a asaltarme por dentro.
- Tommy... ¡eso es! ¡Luz!
El chiquillo me miró inquisitivo:
- Los vampiros normalmente despiertan por la noche, por eso les afecta tanto la luz, pero si conseguimos que tu hermano despierte de día, quizá pueda salir a la luz del sol.
A Tommy se le iluminó la cara y dejó entrever una pequeña sonrisa. Había esperanza en sus ojos.
Juntos cogimos a Cus del carro y lo metimos dentro del Palacete. Kilian vino corriendo por el pasillo, seguido de Derek, el hermano de Sophie. En cuanto Kilian vio el rostro de Syracus, una sombra de dolor le recorrió el rostro. Agachó la mirada y corrió a ayudarnos. Sin decir una sola palabra, pasó su brazo por su hombro y me ayudó a llevarle a una habitación. Tommy se quedó con Derek, que miraba incrédulo toda la escena.
Llegamos a la habitación de Cus, en la que había libros y plantas por doquier. Le tumbamos en la cama apartando algunas mantas y me dijo:
- Yo me ocupo, ve con Sophie.- Dijo señalando la puerta. Le di las gracias aún conmocionada y corrí hacia la otra habitación. Mis ropas estaban empapadas, pero eso ahora mismo daba igual. Giré el pomo y allí encontré a Alby y a Kevin también. Cuando mi amiga me vio se le iluminó el rostro y nos abrazamos con fuerza:
- Te dije que lo conseguiríamos.- le dije.
Le tendí a Kevin el frasco azulado que contenía la Llama y este vertió el contenido en la boca de Sophie. Estábamos todos expectantes, el tiempo se detuvo una vez más y nuestras respiraciones se hicieron más lentas y pesadas.
De pronto nuestra amiga tosió irregularmente y juro que la piel se le tornó azulada por unos instantes. Luego abrió los ojos y nos miró perpleja. 
- ¿Por qué me miras así, Kevin?- Le dijo con voz entrecortada. La nariz aguileña del chico se encontraba a poca distancia del rostro de ella.
- ¡Sophie!- Y el chico la abrazó cariñosamente. 
- ¡Ay! Me estás espachurrando.- Dijo riéndose. 
Sophie había vuelto. 




- Alby, ha ocurrido algo.- Le dije en un susurro apenas audible. Mi amiga me conocía mucho mejor de lo que yo me conocía a mí misma, así que en cuanto vio mi expresión derrotada, me cogió del brazo y salimos fuera de la habitación, donde Kevin se quedó hablando con Sophie. Se les veía muy felices.
- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Syracus?- Me dijo mientras comprobaba que no había nadie más por los alrededores. Alby se había puesto una especie de mono de seda roja que le conjuntaba con su pelo rojizo, recogido en una gran trenza.
- Pues... ese es el problema - Le dije con la voz quebrada-. Sus padres son los Condes de Redendorf y claro, querían transformarle porque Tommy, su otro hijo es Dotado, así que él ya no puede ser el heredero. El único que podía serlo era Syracus, por eso querían transformarle y la única forma de conseguirlo fue secuestrándome. Luego la madre le dio a beber de su sangre y le mató para que no fuese Marcado. Encontré a Ina, la curandera que tenía la Llama, y a su hija Saphira, que me ayudó a rescatar a Syracus y mañana despertará y su padre nos persiguió y yo-yo...
Me desahogué completamente con mi amiga. No creo que hubiese entendido nada de lo que le había dicho, le había soltado un caos de información. Sorprendentemente, Alby me abrazó con fuerza como si hubiese comprendido todo a la perfección.
- Oh Lucy, ha tenido que ser horrible.- Me dijo Alby.
- Y ahora despertará como uno de ellos...- terminé de decir hipando. 
- Tranquila, no es el fin del mundo, ya ves que a los chicos también les ha pasado algo parecido. Tendrá que aprender a controlarse. Lo logrará, estoy segura, Cus aprende rápido.- Me dijo con una sonrisa.
Tras pasar unos minutos en silencio, decidí preguntar:
-¿Y vosotros qué tal por aquí?
Mi amiga dudó unos instantes:
- Raro - me dijo-. Raro porque Kevin se ha pasado día y noche junto a Sophie, y Derek parecía algo molesto... Y bueno, entre Kilian y yo...
- ¿Os habéis besado ya?- Le dije con media sonrisa. La verdad es que sacar ese tema me hizo volver a los tiempos de antes, cuando solo nos preocupábamos de eso. 
- Oh, calla. Soy una estúpida. 
- ¿Qué pasó?-. De pronto la cabeza empezó a dolerme mucho.
- Estuvimos a punto, pero me-me dio miedo y me fui corriendo. Ahora estará pensando que no le gusto y, oh Lucy, jamás había sentido esto por alguien. Es tan intenso, que no puedo pensar en otra cosa. Es horrible, pero genial a la vez. ¿Tiene sentido?
Asentí:
- Supongo que aún no estás lista, pero tampoco es cuestión de hacer sufrir a Kilian.
Alby se tapó la cara con las manos:
- Créeme, lo sé. Lo he intentado pero... No soy capaz, tengo miedo.
- Alby, eres una de las personas más increíbles que conozco, que tiene su propio juicio y sus propios pensamientos, sin dejarse influenciar por nadie. No dejas que nada te controle. No-no dejes que el miedo te controle. 
Mi amiga me miró unos instantes con la boca abierta. Sabía que tenía razón. 
Entonces no pude resistirlo más, y como si me hubiese pasado meses sin pegar ojo, mi cuerpo entero tembló y me precipité hacia la más profunda inconsciencia. Lo último que recuerdo es a mi mejor amiga gritando mi nombre en la distancia.




Me desperté en la oscuridad de la noche sobresaltada. Pegué un pequeño alarido y me senté sobre la cama. Tenía una manta sobre los hombros. Me encontraba en mi habitación. Encendí una vela a tientas y salí de allí. ¿Cuánto había dormido? ¿Y si Cus había despertado ya? ¿Y si había salido algo mal? Caminé por los pasillos de piedra con los pies descalzos justo cuando me encontré con Killian. Iba seguido de Alby. Me sonrió:
- Estabas exhausta, me diste un susto de muerte Lucy.
- ¿Cuánto he dormido? ¿Está-...?
- Lucy, no te preocupes, quedan unas horas antes de que sea media noche.- Dijo Alby.
- Debéis saber -interrumpió Killian-, que Syracus cuando despierte, bueno, estará hambriento, y su sed probablemente le ciegue, así que tened cuidado las dos.
Entramos en la habitación de Cus los tres juntos. Kilian le miró detenidamente y dijo:
- Cada vez se parece más a ellos. Qué cabrón, me empieza a resultar atractivo - Solté una carcajada y Alby le miró de reojo-. Todos los chupasangre lo son, pero atraen mucho más a los del sexo contrario. Incluso he oído que pueden controlarlos con solo mirarlos. Es como una adaptación al medio, así consiguen atraer a sus... presas.
- Sí, es cierto...- Se me erizó el vello de la piel con solo recordar a Román.
De pronto Alby le susurró algo al oído y Kilian se sonrojó justo cuando entró Tommy, ellos salieron un momento de la habitación con paso calmado. 
Me senté junto a Cus y le cogí de la mano. Le habían aparecido pequeñas venas azuladas en torno al cuello y los ojos, como diminutas ramificaciones. La luz de la luna incidía sobre su rostro y las pestañas describían enormes sombras sobre los pálidos pómulos. Tommy se sentó a mi lado y me dijo:
- Le gustas.
- ¿Perdona?- Dije perpleja.
- A Syracus, le gustas. Desde que vinisteis Cus está más feliz. Después de lo que pasó...
- ¿Qué ocurrió, Tommy?
Inspiró profundamente antes de decir:
- Es raro, pero me convertí en Dotado en el reino de Nim. No es muy usual la verdad. Al principio nadie lo sabía, ni siquiera mi hermano, pero justo una semana antes de que viniesen mamá y papá de un viaje importante, decidí contárselo a él y a Kilian, que estaba escondido en casa. Ellos me-me comprendieron, e incluso me apoyaron. Tres noches después, una bestia nos persiguió y casi me mata de no ser por Syracus, que nos escondió en casa de Ina, nuestra institutriz. Su hija Saphira quiere mucho a mi hermano, pero él no lo sabe... Luego me contaron que la bestia esa era en realidad Kilian, que se había transformado esa noche por primera vez. Al volver, mamá y papá ya estaban allí. Estaban distintos, cambiados. En cuanto me vieron, mi madre se asustó y mi padre se puso muy furioso. Casi me alcanza. Esa misma noche, tras contárselo a mi hermano, huimos Kilian, él y yo.
- Tommy, eso es horrible.- Le dije conmocionada.
El chico permaneció unos segundos callado, observando a su hermano con una profunda tristeza.
- ¿Y a ti?
- ¿A mí?- Le pregunté.
- ¿A ti te gusta mi hermano?
Me quedé paralizada ante aquella pregunta tan espontánea.
- Pues... yo, eh... - Estas cosas no se me dan bien. Tragué saliva y suspuspiré-. Para qué vamos a mentirnos. Sí, Tommy, me gusta mucho.
El chico sonrió y entonces Syracus empezó a temblar violentamente.



                                                       Ψ





- Tenemos algo pendiente.- Le susurró Alby a Kilian al oído. El chico se sonrojó bruscamente y asintió. Salieron de la habitación justo cuando entraba Tommy a ver a su hermano.
Al salir al pasillo, a Alby le temblaba violentamente el corazón y apenas podía sostenerse en pie. Se aferró a un banco de madera que había allí, y se sentó. Kilian se sentó también y se cruzó de brazos. Aquella camisa que llevaba le hacía extremadamente atractivo según Alby, era de un color azulón que resaltaba sobre su tostada piel. Llevaba el pelo recogido en una pequeña coleta y pequeños mechones rebeldes castaños le caían por la frente. Aquellos labios que tantas veces contemplaba al día le parecían aún más atractivos en aquellos instantes. Quería besarlos. Oh sí, tenía unas ganas tremendas, y quería hacerlo ya.
Pero el miedo volvió a apoderarse de ella. ¿Y si...? A tomar por culo, ella no era como las demás. De pronto, Alby le agarró de la camisa a Kilian, y lo atrajo hacia ella. Sus labios se juntaron y fue como si algo dentro de ella explotase. La furia y el deseo se desataron y le recorrió el cuello con las manos. Él, soltando un gruñido, la aferró de las caderas y la besó ferozmente.









Tommy cerró las palmas de las manos y las alzó liberando una pequeña esfera que empezó a emitir una tenue luz blanca. Era como un pequeño sol. Al principio solo iluminó nuestras caras, pero en unos segundos fue capaz de iluminar todos los rincones de la habitación.
Syracus se estremeció y emitió un sonido gutural alzando las manos para taparse los ojos. Unas cuerdas de tela le mantenían sujeto a la pared por si acaso.
De pronto Kilian apareció por la puerta seguido de Alby, que estaba colorada y respiraba como si hubiese corrido una maratón.
Syracus gritó sobresaltándonos a todos y justo al instante calló. Me acerqué a él a pesar de lo que me advirtió Kilian:
- Cus, Cus, soy yo...- Le dije.
Seguía con los ojos cerrados y el ceño fruncido por la luz. De su boca asomaron dos pequeños y afilados colmillos. Parecía aterrado. Le cogí de la mano, dejando que sintiese mi calor y entonces, abrió los ojos.




Tenía los ojos de un tono anaranjado con una aureola ambarina recorriéndole la reducida pupila. 
- Lu-lucy.- Consiguió murmurar con la voz ronca.
Sonreí aliviada y me arrodillé junto a él.
- Lucy, ten cuid-. Empezó a decir Kilian, pero entonces Tommy se tiró encima de su hermano con una sonrisa de oreja a oreja. Parecía que todo el miedo que había acumulado el pequeño se había esfumado de un plumazo.
- No Tommy... aléjate... - dijo Syracus tosiendo y apartándolo de él. Yo aún sostenía su helada mano.
Entonces Kilian le tiró una vejiga que contenía algún líquido en su interior y le dijo:
- Bebe compañero, te sentirás mejor.
Syracus me soltó, cogió la vejiga al vuelo y ágil le hincó el diente. Bebió hasta dejarla vacía y luego se limpió los restos de sangre que le quedaron en las comisuras. Todos le contemplábamos expectantes. Suspiró y con cara de disgusto nos miró:
- Bueno, que quede claro, no quiero nada de estacas.
Kilian soltó una carcajada.
- ¿Cómo te encuentras?- Le dije en voz baja.
- Horrible... tengo ganas de desangraros a todos.
- Me alegro de que... bueno, sigas manteniendo el humor - le dije con cariño-. Vamos a ayudarte. 
Él asintió cerrando los ojos. Parecía dolorido.
- ¿Qué pasó exactamente? No recuerdo nada...- Dijo tocándose el pelo negro alborotado.
- Es una larga historia - le respondí.
De pronto se abrió la puerta estruendosamente y apareció Sophie con expresión aterrada:
- ¡Ayuda! ¡Los chicos!¡Se van a matar!





Arually

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