viernes, 13 de marzo de 2015

9. Lucy - El Palacete

Me desperté a media mañana. Alby me miraba con una sonrisa de oreja a oreja y en cuanto vio que ya me había despejado lo suficiente me abrazó con fuerza. Sonreí y la abracé yo también. Olía a jabón y a lavanda.
- Oh Lucy, qué alegría por dios, ¡pensé que no ibas a despertarte nunca!
- ¿Qué pasó? No recuerdo casi nada.
Aparté las mantas y me senté sobre la cama. Entonces miré a mi alrededor mientras Alby me relataba todo lo que ocurrió.

- Tu barrera funcionó a la perfección, pero por un momento pensé que moriríamos. Los tres lobos se abalanzaban y no cesaban en su empeño por acabar con nuestras vidas. Yo no podía levantarme del suelo y la pierna cada vez me dolía más, hasta tal punto que perdía la noción del tiempo. Mientras, Sophie lanzaba enormes bolas de fuego. El de los ojos rojos era imposible detenerlo, era algo así como invencible. Menos mal que con la esfera- barrera (que por cierto veo que manejas ya a la perfección mi antiguo poder) conseguiste que no pasase. Intenté ayudar de veras, pero apenas era capaz de mantenerme consciente debido al dolor...-
La habitación estaba muy bien iluminada debido a unos enormes ventanales decorados con pequeños vidrios de colores por los que pasaban delicados rayos de luz. La cama en la que estaba sentada se encontraba justo en todo el medio de la sala, a la derecha se encontraba un gran armario de madera y a la izquierda, bajo los ventanales, un arcón de madera también. Todo el suelo estaba decorado con una gran alfombra persa de un color azulón.
- Y entonces alguien me despertó y me trajo aquí por la mañana. Fue hace ya dos horas o así. Nunca en mi vida le había visto antes,ni por el reino, pero fue muy dulce conmigo. Poco después aparecieron con vosotras dos en brazos.- Terminó de contar.
- ¿Aparecieron?¿Quiénes?- Le pregunté.
Llamaron a la puerta de pronto y un joven entró en la habitación con una bandeja llena de múltiples instrumentos. Nos sonrió a ambas y la dejó sobre una de las mesillas de madera.
- Buenos y espléndidos días, me llamo Syracus, ¿cómo se encuentra, señorita?- Me preguntó sentándose a mi otro lado.
- Ehm... bien supongo, tengo la cabeza todavía un poco embotada pero...
Me puso la mano sobre la frente y callé de sopetón. Vertió unas extrañas hierbas sobre un mortero. Empezó a machacarlas y después echó agua caliente sobre él. Las coló para luego ponerlas en una taza. Me la tendió y la bebí con cuidado. Sabía bien y me reconfortó en seguida.Me sentía muy relajada.
-¿Mejor?
Asentí y le di las gracias. Syracus era bastante alto, de figura espigada, con el pelo castaño y unos bonitos ojos azul verdoso. Vestía una camisa blanca con volantes y unos pantalones con tirantes que llevaba colgando. A pesar de su vestimenta algo desaliñada, irradiaba elegancia,
- Bien pues aquí ya he terminado. Hasta dentro de un rato mis damas.- Nos dijo haciendo una reverencia y saliendo por la puerta acto seguido.
Alby y yo nos miramos y sonreímos.
- Este era uno de los chicos que vino. Muy mono, por cierto, ¿eh? -Le di un codazo en el brazo riéndome y juntas salimos hacia los baños.



Había preparada una bañera con agua tibia y Alby me trajo después un vestido sencillo muy vaporoso con unas mallas blancas y botas bajas. Me lo puse aún con el pelo húmedo y salí de la habitación. Alby me esperaba allí mientras hablaba frenéticamente con Sophie.
- ¡¡Lucy!! - Me dijo Sophie.
La abracé y contemplé a mis amigas. Sophie se había puesto un vestido muy parecido al que me habían traído a mí, salvo que el suyo era completamente rosa. Llevaba el pelo negro y largo suelto sobre los hombros desnudos, con un espeso flequillo decorando su frente. Sus dientes destacaban sobre su tostada piel.
Alby sin embargo me resultaba mucho más familiar porque habíamos pasado los últimos años juntas. Alby no era la típica muchacha de la corte. Ella siempre hacía lo que quería cuando quería, nadie le ponía riendas, era un espíritu libre al que no le importaba ningún convencionalismo, y si a alguien le importaba, peor para él. Mi amiga llevaba una camiseta de manga corta con unas mallas negras, un chaleco de cuero, brazaletes y unas botas de piel. Le gustaba vestir así, se sentía muy cómoda y según ella reflejaba su inconformismo con la sociedad tan falsa en la que se vivía. Lo único valioso que decoraba su vestimenta era un ostentoso collar de aguamarinas colgando de su cuello. En cuanto a su físico, era más bien gruesa, con brazos fuertes y manos delicadas ya que le encantaba cocinar delicias culinarias. Era castaña tirando a pelirroja, dependiendo de cómo le incidiese la luz y le gustaba recogerse la melena en dos hermosas trenzas o simplemente en una coleta alta. 
Por eso Alby era una de mis mejores amigas, entre las tres nos ayudábamos, nos complementábamos y nos apoyábamos pasara lo que pasase. Lo único que quería era que todo volviese a ser como años atrás. Lo íbamos a lograr.

Las tres juntas caminamos por aquellos pasillos de piedra bien iluminados con amplios ventanales siguiendo un olor a delicioso estofado hasta que llegamos a lo que parecía una gran cocina. Justo allí nos encontramos con la figura de un chico bastante alto y corpulento, de anchas espaldas, con brazos musculados que removía con gran delicadeza un puchero junto a un chiquillo que cortaba una cebolla.
El niño se giró y nos vio. Una sombra de pánico le cruzó la cara y fue a esconderse detrás del joven.
Se rió y se dio la vuelta con cautela.
- Oh, chicas, ya habéis llegado. Perdonad que no me haya presentado antes. Me llamo Kilian y este de aquí - se apartó un poco- es Tommy. Es muy vergonzoso y como nunca antes nos habían visitado tres chicas tan guapas, está fascinado, ¿verdad que sí?- Y le miró con dulzura.
El chiquillo asintió efusivamente y nos miró con sus ojazos grandes y azules. Se parecía mucho a...
- Ay qué ricura de niño - Sophie se acercó a él con los brazos estirados. Tommy la miró con curiosidad y después de unos segundos corrió a abrazarla hundiendo su cara en su melena.
El otro chico, Kilian, sirvió lo que parecía una sopa con un aroma delicioso en distintos cuencos para luego posarlos sobre una mesa de roble que había justo en una de las esquinas de la cocina, rodeada de amplios ventanales. Nos invitaron a sentarnos con ellos y cuando nos hubimos sentado, Tommy nos preguntó descubriendo su  pequeña muñeca decorada con una espiral brillante:
- ¿Sois como yo?
Nos miramos las tres y Alby fue la que habló:
- Exacto, pequeñín. Me llamo Alby y era una Dotada de Pensamiento. Ahora soy del Agua - Soltó una risilla nerviosa.
El pequeño la miró inquisitivo.
- Sí, es una larga historia... Digamos que fue culpa del rey.
Asintió y luego clavó sus ojos en Sophie:
- Yo soy Sophie, Tommy. Soy una Dotada también, pero del Fuego, mira.- y le mostró la muñeca con una esfera de color rosa, pero a diferencia de la de Alby, ésta había perdido los dos puntitos de color blanco y amarillo que debía tener. Sophie se miró extrañada.
- Yo soy Lucy, antes era la Dotada del Agua, pero ahora soy del Pensamiento. Nos intercambiaron los poderes. - Dije encogiéndome de hombros y dirigiendo una pequeña sonrisa al niño. Le enseñé la muñeca, y al igual que la de Sophie, le faltaban las dos pequeñas esferas al lado de la espira de color morado. Miré a Sophie con incredulidad.
- Vosotras dos sois completas, por eso no tenéis pequeñas esferas si es lo que os estáis preguntando ahora mismo. Esas solo las necesitan los incompletos para ayudarles a formarse. - Explicó de pronto Kilian. Llevaba una camisa que descubría unos fuertes pectorales y con ello, también enormes cicatrices y un tatuaje de una brújula vector justo debajo de la clavícula. Alby miró el tatuaje muy sorprendida.
- ¿Tú también eres un Dotado?- Preguntó Alby.
- No, yo soy como vuestros dos amigos, que por cierto se encuentran en las mazmorras.
Sophie profirió un pequeño gritito y se agarró a la mesa.
- ¿Están bien? Ay Dios...
- Sí, tranquila, están allí porque las paredes son muy gruesas y no les llega tanto vuestra esencia. Así esta noche les dolerá menos cuando se transformen, y con un poco de suerte dentro de unos días ya no se transformarán y podrán terminar de curarse.
- ¿Y tú?- Pregunté de pronto-. ¿Cómo has conseguido vivir aquí con un Dotado siempre a tu lado?
Kilian se rió y le alborotó el pelo a Tommy.
- Veréis, hace 4 años entré a ser parte de la Guardia del rey Nim porque me pudría por las calles de Bancko, la capital. No tenía ni casa ni familia porque había llegado al reino hacía poco tras haber vivido en la mar toda mi vida. Por desgracia, no tenía ningún otro lugar al que ir. Entonces, un chico de mi edad me vio por aquellas calles y me llevó a su casa sin titubear ni un solo segundo, en donde me mantuvo escondido de la vista de los criados y me sanó las heridas, me alimentó y me dio cobijo. Sus padres eran importantes, gente noble, pero se pasaban meses fuera sin pisar la casa, así que estuve viviendo con él durante bastante tiempo. Decidí entonces alistarme para poder devolverle el favor a Syracus, el chico que me ayudó, ahora mi mejor amigo y al que creo que ya habéis conocido. Bueno el tema de cómo va la Maldición y eso supongo que lo sabréis así que os ahorraré los detalles porque desde luego, no son nada agradables. En fin, un día sin previo aviso aparecieron sus padres y desde mi escondite pude oír que algo malo estaba sucediendo allí abajo. Se escuchaban gritos y cosas cayendo al suelo. Entonces apareció Syracus con su hermano pequeño, Tommy, justo delante de la puerta y me tendió una bolsa de cuero. Recuerdo que me miró escandalizado y sus ojos emitían puro pavor. Entonces salimos los tres por la ventana y corrimos sin mirar atrás hasta que llegamos a la frontera. Conseguimos pasar de milagro.Al caer la noche me desaté. Solía tener los ojos amarillos, pero desde aquella noche pasé a tenerlos rojos... Me sentí un ser horrible.

- Debiste de sufrir mucho.- Dijo Alby en un susurro.
- Cuando llegamos a este palacete empezamos a practicar los tres juntos para que pudiese controlarme y he de deciros que si no salgo de aquí, no me pasará absolutamente nada, mi control está ligado a estos muros. Entonces Syracus fue avisado de vuestra inminente visita y como caía la noche, decidí salir a buscaros porque también sabíamos con qué tipo de criaturas viajabais. Me convencí de que era capaz de controlarme, pero no fue así... el lobo de ojos rojos que visteis anoche era yo... Lo siento muchísimo, podría haberos matado.
- Pero no lo hiciste, eso es lo importante - añadió Alby. Tardó unos segundos en hacer la siguiente pregunta-. ¿Podréis ayudar a los chicos también?
- Por supuesto. Tommy se encarga de ser la presencia que desate la esencia lobuna y luego mediante sus rayos de luz pura consigue que tomemos conciencia de nuestros actos. Él sí que es un verdadero héroe.
- Ya lo creo- Le dije. Titubeé-. Y Syracus, ¿qué es?
- Solo soy un guapo, asombroso y simpático curandero. Nada del otro mundo.- Dijo riéndose una voz a mis espaldas. Syracus apareció por el marco de la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y se sentó en la única silla que quedaba libre. Abrazó a su hermano con cariño y entonces me dirigió una mirada entusiasta:
- Aún no me habéis dicho vuestro nombre, señorita.
- Lucy. Lucy Waterfield. Tutéame por favor.
Me sonrió cálidamente y me sonrojé agachando la mirada contemplando aquel maravilloso estofado que amenazaba con enfriarse de un momento a otro.
- Pues es un auténtico placer, Lucy. Espero que las tres paséis una agradable estancia en el palacete. Podéis practicar distintas actividades como la jardinería, los paseos...
- ¡Oh Cus! No empieces con eso otra vez, por favor -Dijo Tommy tapándose los oídos.
- ¿Qué?- Dijo él.
- Lleva días practicando ese discurso tan chorra.- Añadió Kilian señalando amenazadoramente a Syracus con la cuchara.
- Ni se os ocurra decir que es chorra. ¡Ey!- Dijo Syracys cuando Tommy le dio un golpecito en el estómago riéndose. Desde luego se llevaban genial-. Ruego les disculpéis, no entienden de estas vicisitudes. 
- ¡Cus!
- De acuerdo, de acuerdo. Pero he ganado.- Señaló alzando las oscuras cejas. Las pestañas dibujaban alargadas sombras sobre sus pómulos.
- Nos apostamos a que no era capaz de aguantar una semana siendo un completo caballero, educado y culto.- Nos dijo Tommy con una sonrisa.
Syracus resopló.
- Por supuesto que lo soy, solo que no siempre lo demuestro.
- Ya, ya.- Dijo Kilian metiéndose una cuchara del estofado en la boca.



Por la noche, Sophie se fue rápido a la habitación para no escuchar nada de lo que posiblemente sucediese de un momento a otro y poder evadirse del todo. Echaba de menos a su hermano y a Kevin, sobre todo a Kevin, al cual sentía cada vez más como un pilar fundamental en su día a día. Nos despedimos de ella al mismo tiempo que de los tres chicos, que fueron a las mazmorras a controlar lo que pudiese suceder. Alby permaneció conmigo.
- ¿En qué piensas?- Le pregunté.
- En apenas dos días el mundo se ha puesto de patas arriba. Solo quiero acabar con esto ya. A veces pienso que jamás seré capaz de ser feliz. 
- ¿Pero por qué piensas eso?
- Lucy, hace una semana mi padre me dijo que ya me había buscado esposo. 
El corazón me dio un vuelco y casi me atraganto.
- ¿Qué? 
- Sí... Y, no-no quiero Lucy... Sería tan desgraciada... Quiero que un hombre me quiera por lo que realmente soy, y poder ser yo misma, libre, sin fingir. - Una lágrima se resbaló por su  mejilla.
La abracé para consolarla:
- Tranquila, ya verás como todo esto sale bien.
- Pero Lucy, yo no soy como las demás. Mi padre quiere casarme para que sea "normal", me dice. Pero yo no quiero. Aunque a veces pienso si es posible que alguien llegue siquiera a enamorarse de mí. Soy distinta.
- Y por eso eres tan especial, Alby. ¿Pero cómo eres capaz de pensar eso? Eres una persona maravillosa, solo un necio te dejaría escapar.
Alby sonrió con los ojos rojos intentando contenerse. Se secó las lágrimas y tras pasar juntas un rato más, al final  decidió irse a dormir ella también. En cuanto se fue, decidí investigar un poco cómo era aquel palacete. ¿Tendrían alguna biblioteca allí? Iría a descubrirlo en un momento. Me recogí el pelo en una coleta alta y empecé a caminar por los pasillos iluminados pobremente por pequeñas antorchas. En una de las esquinas de pronto me choqué con algo y me pegué un susto de muerte. Era de noche así que mis poderes apenas funcionaron cuando caí al suelo estrepitosamente. 
- ¡Perdón!- Exclamó una voz desde la oscuridad. Se trataba de Syracus, que iba con una bandeja idéntica a la de esta mañana. 
- No pasa nada.- Le dije cogiendo la mano que me ofrecía.
- ¿Qué hacías por aquí?
- Yo- solo buscaba alguna biblioteca o... - Aquel chico me quitaba el habla. El corazón me latía fuertemente. 
- ¡Oh! ¿Te gusta leer?
- ¿Tú qué crees?- Le dije envalentonándome. 
Soltó una carcajada y me cogió de la mano para guiarme a través de aquellos angostos corredores. Giramos innumerables veces hasta que por fin llegamos a una gran puerta de roble con inscripciones el latín: "Veritas in simplice" (La verdad está en lo simple), "Pedes in terra ad sidera visus" (Los pies en la tierra y la mirada en el cielo)...
- Vaya, me encantan.- Le comenté. 
- Mi favorita es esa de allí - señaló en una de las esquinas-: "Coiencturalem artem esse medicinam", que significa...
- La medicina es el arte de suponer. 
- Sí - sonrió-, sé conectar con la gente para que, inconscientemente, me diga qué le ocurre y poder así ayudarle. Por cierto, ¿cómo es que sabes latín?
- Mi institutriz me enseñó latín y francés. - El recuerdo de Freya me hizo un nudo en la garganta.
- La mía era muy mayor ya, pero era un encanto de mujer. Me enseñó muchísimas cosas, y le estaré eternamente agradecido...
Entonces se interrumpió de sopetón porque un aullido desgarrador se escuchó por todo el palacete. Se me congeló la sangre. Había sonado muy cerca. 
- ¡¡Corre, entremos!!






Arually





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