jueves, 15 de enero de 2015

7. Lucy - El castillo del rey William

Grité ahogadamente en cuanto la sangre de Freya empezó a recorrer silenciosamente su cuello, su mirada se perdió en el olvido y cayó al suelo como un saco. Di un paso hacia detrás instintivamente en cuanto uno de aquellos hombres me apuntó con uno de los cuchillos. El brillo de aquella daga emanaba maldad, rencor y miedo. El corazón me dio un vuelco en cuanto algo me tocó el cuello y empezó a recorrerme una quemazón incesante que me hizo caer al suelo y soltar un grito desgarrador.




- Os podríais haber ahorrado la explosión.- Dijo alguien cuya voz me resultó vagamente familiar. La visión volvió a aclarárseme de pronto y vi que Rick empuñaba otra de aquellas horribles dagas. Reía borrando toda aquella inocencia que le caracterizaba. Los hombres que habían irrumpido en mi casa se agruparon a mi alrededor,entre sus piernas podía vislumbrar todavía la cabeza de Freya. Empecé a sollozar. Esto era demasiado. Alguien me dio una patada en el costado y Rick me levantó la cabeza agarrando con fuerza mi cabellera. Me puso entonces aquella daga rozándome el cuello y allí donde el metal se ponía en contacto con mi piel, ésta empezaba a quemarse causándome dolores agudos. Me atraganté con mi propia saliva y noté como otra persona me sujetaba las muñecas con una cuerda. Era incapaz de utilizar mis poderes, no podía ni moverme apenas.

- ¿Qué te pasa Lucy? ¿No puedes utilizar tus poderes?- Se mofó Rick.
- Gusano asqueroso...- Susurré.
- JAJAJAJA, me encanta verte así en serio. Vosotros los puñeteros Dotados os creéis muy superiores, ¿no? Que podéis tratar a todo el mundo como si fuesen simples muñecos de trapo.
Le escupí en la cara con desprecio.

Un mueble empezó a flotar delante de aquellos tipos y les arrolló. Apareció un enorme dragón de fuego por la escalera que les quemó las cejas a otros, y Kevin saltó de las escaleras directamente hacia los que estaban en la puerta. Todo se convirtió en un caos. Eso me dio las fuerzas necesarias para darme la vuelta y empujar a Rick contra la pared del pasillo y escabullirme. Aún seguía sin poder hacer magia, pero me alejé de él y me fui hacia el salón. Allí estaba Max, pronunciando palabras que me sonaban rarísimas, pero que extrañamente, entendía a la perfección. Me miró ceñudo y, sin apartar la vista, me dirigió unas palabras que me son imposibles de traducir ahora mismo, pero que me hicieron sentir revitalizada al instante. Alcé la mano con determinación y con mucha furia, la agité levemente, y una esfera de agua hirviendo cayó sobre Rick, que gritó histéricamente corriendo hacia la puerta. Allí estaba también el hermano de Sophie, que luchaba codo con codo con Kevin.
Con el mango de una espada que no les vi llevar hasta ese momento, Kevin le asestó un golpe en la cabeza a uno de los esbirros de Rick, que tenía la cabeza rapada y llevaba un tatuaje en forma de cuervo en la nuca. Derek le dio una patada a otro con nariz ganchuda que cayó sobre la nieve de fuera.
Entonces Alby levitó a todos los cuerpos inconscientes del suelo y los tiró por la ventana más próxima.
Max creó una especie de barrera protectora en la puerta y las ventanas rotas que a ojos de cualquiera serían una simple puerta y ventanas de vidrio corrientes. Nos reunimos en torno a Freya. Sophie lloraba y yo con ella. Nos abrazamos con Alby también, las tres amigas otra vez reunidas después de tantos años. Max le puso la mano a Sophie sobre el hombro y la abrazó consolándola.

Llevamos a Freya a su habitación y la tumbamos sobre la cama.
- El rey...- susurré.
- ¿Qué? - me dijo Alby.
- Freya me dijo que si no volvía a tiempo, debíamos de hablar en seguida con el rey, sin demora.
- Pues vámonos ya.- declaró Kevin.





Había anochecido ya cuando salimos de mi casa y nos encaminamos hacia el castillo. No sería demasiado tarde aún, pero estos días oscurecía demasiado temprano.
Alby temblaba de frío cuando aún nos quedaban más de dos horas de camino hasta llegar al castillo. Max le tendió su capa con un gesto amable y ella le sonrió. Sophie parecía estar ausente y no se dio cuenta de que un carro estaba a punto de arrollarla.

- ¡Cuiado! - le gritó Kevin. Se apartó justo a tiempo, saliendo de su trance y se ruborizó muchísimo.
- Ups.- dijo ella solamente.
- ¿Pero se puede saber qué demonios te pasa?- le recriminó su hermano.
- Perdona si aún sigo en shock por lo que acaba de pasar.
De pronto Derek me dirigió una mirada de arrepentimiento.
- Sí... esto, claro... lo siento. Perdona.- le dijo a su hermana, y continuó caminando.




Cuando llegamos, unos guardias enormes nos pararon en la entrada para pedirnos explicaciones.

- Te he dicho que necesitamos pasar para ver al rey inmediatamente.- dijo Max con tono amenazante.
- ¡Max! - le dijo Sophie.
- Necesitamos ver a su Majestad para consultar con él graves problemas de estado. Estoy segura de que a mi padre no le gustaría nada saber que por su culpa podrían haberse solucionado con muchísima más antelación.- Les explicó Alby con mucho talante.
- Esto...- empezó a decir uno de los guardias.
- Y mi padre es el señor Guilleume, uno de los burgueses más poderosos de todo Alberna.- continuó Alby.
Todo lo que estaba contando eran mentiras, pero se lo estaban tragando de una manera asombrosa.
- De acuerdo, pasad. Primero deberíais hablar con el hijo del Secretario para que os lleve hasta él.

Hicimos lo que nos dijo y nos encontramos con un chico delgaducho y ojeroso con cara de malas pulgas.

- Por favor, ¿es usted  el hijo del Secretario?- Preguntó Derek.
- Depende, para ti soy alguien a quien debes mirar con devoción. Para estas señoritas, soy lo que ellas quieran que yo sea por y para ellas. Milady .- me dijo cogiéndome la mano y besándola con aquellos labios babosos.
Hice una mueca con expresión de asco. Luego forcé una sonrisa.

- ¿Y este de qué va? -  le susurró Kevin a Derek.
- Encantada de conocerle, soy Lucy Waterfield. Por favor, ¿sería usted tan amable de guiarnos a mis amigos y a mí a ver a su Majestad el rey William? Le estaríamos muy agradecidos.

Me examinó de arriba a abajo con mirada lasciva, pero aun así, me contuve para no meterle un guantazo allí mismo.

- Está bien, seguidme.

Nos guió por innumerables pasillos, la mayoría de ellos con enormes tapices colgados de las paredes y enormes lámparas de aceite iluminando cada recoveco. Llegamos a una puerta de madera amplia a la que el hijo del Secretario golpeó tres veces. Después la abrió despacio y ante nosotros apareció un hombre joven, de apariencia fuerte pero con el pelo ya canoso.

- Cierra la puerta Tom, y que nadie nos moleste. ¿He sido lo suficientemente claro?
- Sí, Majestad.
Entramos en la enorme sala con suelo de piedra gris y enormes paredes frías recubiertas de alfombras y cuadros. Una chimenea a nuestra izquierda inundaba las estatuillas de las mesas con un brillo dorado y los asientos del trono  estaban justo al fondo. Sobre uno de ellos descansaba el rey William.

- Señor...- empezó Sophie.
- Está bien, no os preocupéis, estoy al corriente de todo. Freya me mandó a un mensajero hace unas horas. ¿Cómo está mi hermana?
- ¿Su... hermana? -le preguntó Alby.
- Bueno, no es mi hermana técnicamente, pero fue una de mis mejores amigas en la infancia. Le debo todo lo que sé. - Y nos enseñó su muñeca: sobre ella había tatuada una espiral dorada.
- ¡Usted es como nosotros!- Exclamó Max.

El rey se rió y nos sonrió:
- Sí, muchacho, sí, aunque últimamente no sé qué es lo que me está pasando.
- ¿A qué se refiere?- le pregunté.

Me miró fijamente y poco a poco, su cara fue transformándose en la de otro hombre completamente diferente, barbudo y cansado.
- Este es mi Don -empezó-. Puedo cambiar de apariencia siempre que quiera, pero hay veces en las que no lo controlo. El otro día casi me transformo en mi esposa delante de ella. Por supuesto, sois los únicos que lo sabéis. Y Freya claro.
- En cuanto a Freya... está muerta- soltó Max-. Unos tipos nos asaltaron en la casa de Lucy hace unas horas y la asesinaron con ese tipo de hojas.- Max señaló la daga que le tendió Derek al rey.
- ¿Cómo...? No...- empezó a murmurar. Cogió la daga y en cuanto la tuvo entre sus manos, la dejó caer al suelo con espanto. Tenía las manos enrojecidas. Pronto se volvieron a tornar en su color natural y miró a Derek con una mirada enloquecida.
- ¿Cómo no te has quemado con ella?-le dijo.
- ¿Qué? Yo no...- empezó a murmurar.

Entonces el rey le agarró de la mano y le observo las muñecas enloquecido. Estaba fuera de sí. De pronto, Derek se retorció de dolor y soltó un grito desgarrador. Un brillo dorado le recorrió de arriba a abajo y el pelo, antes negro como el azabache y liso, empezó a aclarársele y a rizarse.
- ¡PARA! - le grité. Corrí hacia el rey y cuando me vio, pareció recobrar el sentido y soltó al chico.
Sophie vino corriendo también y juntas nos arrodillamos junto a su hermano. El rey, abrumado, se sentó en su trono otra vez, anonadado.
Derek ahora... bueno, era rubio. Las cejas las seguía teniendo oscuras, al igual que las pestañas. Sus ojos seguían siendo como los de Sophie. Parecía que no había cambiado nada más.
- ¿Qué- qué ha pasado? - Preguntó desconcertado y con voz cansada.
- Derek, no te asustes tío, pero ahora eres un ricitos de oro.- le dijo Kevin con sorna, que estaba sudando mucho y se encontraba un poco pálido.

Derek se quedó patidifuso y yo me levanté para ir a hablar con el rey seriamente.
- Señor, somos como usted, mire.- le dije enseñándole mi muñeca. La observó con atención y me tocó el tatuaje dejando una esfera dorada al lado de la blanca que ya tenía. Hizo lo mismo con Max, Alby y Sophie.
- Ahora todos podréis utilizar una especie de hechizo de camuflaje. Bueno, todos menos vosotros dos. Lo siento muchacho, pero no me caes nada bien - se dirigió a Derek-. No sé por qué te he hecho eso, ha sido como un acto reflejo, y da gracias que no te haya convertido en un canario.
- ¿Un canario? ¿En serio? - exclamó él.

Me acerqué a Derek. Apoyé mi mano sobre su espalda y sobre el suelo, creé un charco de agua para que se viese. Se vio en el reflejo del agua y abrió mucho los ojos. Exclamó de asombro.
- Pues no me queda nada mal.- dijo al final. Solté una carcajada.





La daga que le habíamos traído era una daga hecha de hierro, que afectaba a los Dotados y les minaba el poder durante un tiempo si su sangre se ponía en contacto con la hoja, por eso el rey William se había enfadado tanto, Derek le daba mala espina. Bueno, los dos en verdad.
Entonces Kevin se retorció escandalosamente y soltó un grito agudo que nos hizo a todos taparnos los oídos. Cayó al suelo y empezó a arrancarse la ropa rabiosamente, como un animal.
- Eh, eh tío, ¿qué haces?- Le dijo Max.
Derek estaba también pálido, contemplando a Kevin con asombro.
- ¡¡DEJADME VERLE!! -gritó el rey. Se acercó al chico tendido en el suelo con rapidez. Le sujetó de los brazos y, bajo el bíceps derecho había una pequeña mancha negra con forma de media luna.
Los ojos de Kevin, con una mirada loca y rabiosa se tornaron amarillos como el ámbar y sus dientes se afilaron  como cuchillas.
- ¡¡Deja de tocarle!!- Le gritó Sophie de pronto.
- ¡No estoy haciéndole nada! ¡Es él mismo! ¡Tiene la Maldición!- El rey William se apartó de Kevin, el cual, con las uñas como garras, se las clavó en el costado. Derek fue a sujetar a Kevin. Se tiró sobre él e intentó contenerle sin éxito.

Me acerqué al rey, que se había apoyado sobre la pared y le descubrí el costado.
- ¡Alby!- La llamé. Vino rápido y juntas lavamos la herida, pero era imposible hacer que parase de sangrar y supurar. Entonces el rey abrió la boca de dolor, nos sujetó a ambas de los brazos y se desmayó. Sentí un latigazo en el pecho. Observé al rey allí, indefenso ante tanto peligro.Si el reino se quedaba sin rey, entonces las cosas iban  a ir muy pero que muy mal, teníamos que intentar parar a Kevin, o lo que fuese ahora mismo.
- Alby, por favor, trae aquí todos los muebles de la habitación para crear una pared y proteger a rey.
Asintió y de su mano salió un brillo azulado. En una de las esquinas de la habitación, cayó una cascada de agua que inundó el suelo y apagó el fuego.
Me quedé mirándola con curiosidad. Ella se miró a muñeca y con asombro me dijo:
- Lucy, creo que deberías de hacerlo tú.
- ¿Pero qué..?

Mi tatuaje era ahora morado. ¡Teníamos los poderes intercambiados!
Probé a agitar la mano, y sin ninguna dificultad, el mueble respondió a mis deseos y se elevó en el aire mientras los demás intentaban calmar a Kevin, que se parecía ya a un perro o algo así, estaba cubierto de pelo y las piernas se le doblaron en ángulos imposibles. Sophie le lanzaba pequeñas llamaradas para que Kevin reaccionase, pero no era buena idea puesto que eso solo le enfurecía más y aceleraba aquel proceso. Max se dedicaba a crear pequeñas nubecitas de niebla en los ojos del chico-lobo para que se abrumase. Derek tampoco parecía encontrarse muy bien. Estaba en una esquina agazapado y temblando. ¿Qué demonios estaba pasando allí? De pronto Alby me sobresaltó y el mueble cayó sobre la cabeza de Kevin, dejándolo inconsciente al momento. Ups.
- ¡Bravo Alby!- Dijo Sophie.
- En verdad ha sido Lucy... no hemos hecho bien en tocar al rey...- dijo apesadumbrada.
- ¡Oh!
- Alby, por favor, asegúrate de llevar al rey a un sitio seguro. Max, ¿podrás hacer que no venga nadie a esta zona? Sophie, llevemos a Kevin a un sitio en el que no pueda hacernos daño, si pasa algo, usa tu fuego, ¿está claro? Tenemos que intentar que todo vuelva a la normalidad. Y lo más importante, que nadie se entere.
Todos asintieron y Alby y Max se llevaron al rey fuera de allí. Sophie se acercó a Kevin, que ya era más bien una especie de perro enorme, la mandíbula se había echado hacia delante formando un hocico.
Andé hacia la esquina en la que se encontraba Derek, que seguía temblando. Se había desnudado el torso revelando heridas con forma de garra.
- No te acerques.- Me dijo con voz ronca.
- ¿Estás bien? ¿Te ha hecho eso Kevin?
Se rió y giró la cabeza para mirarme a los ojos. El flequillo, ahora rubio, le caía por la frente empapado en sudor. Alzó el brazo derecho y en él pude ver la misma marca: una media luna. Me tapé la boca con horror y sus ojos empezaron a lanzar destellos amarillos.
- Será mejor que os vayáis - ahogó un grito de dolor. Respiró agitadamente-. No le digas nada a mi hermana por favor.
Cerró los puños fuertemente. Sus nudillos estaban blancos como la cera. Le toqué el hombro con mi mano, como para mostrarle que podía confiar en mí. En cuanto lo hice, inspiró muy profundo y se relajó.
- Sophie, vámonos ya. Derek va a encargarse de Kevin, venga.
Y sin que se diese cuenta, ya estábamos fuera de a habitación. Le hice un hechizo a la puerta para que no pudiese ser abierta.
Se escuchó un aullido lastimero y una lágrima se derramó por mi mejilla.

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